18 de juliol 2010

VESTIMENTA Y MODA EN EL SIGLO XIII

Uno de los inventos más importantes en el inicio de la EM fue la cota de malla que se desarrolla desde los siglos X a XIV, y los tejidos de punto.
Los bárbaros introducen la costumbre de llevar calzones, pegados a la pierna, bordados y adornadas, ahora las túnicas empiezan a tener mangas más largas. Las capas de lana rectangulares (clámides) se hacen más amplias. Los bárbaros usaban dos colores, uno en el lado izquierdo, y otro en el derecho.
El Bizancio aporta lujo y gran variedad de telas, seda y ricos bordados en oro y piedras preciosas.
Aparecen los mantos en forma de capas, eran símbolos de status además de proteger del frío, en color oscuro significaban el duelo de la persona que lo portaba.
A la llegada de los árabes se comienzan a utilizar nuevas telas, e imponían su moda a los pueblos que dominaban, consistía en pantalones anchos (zaragüelles), faja, turbante y túnica abotonada y ajustada (aljuba, vestidura morisca, especie de gabán con mangas cortas y estrechas), faja turbante y gorro semicónico
Los españoles al iniciar la reconquista, comienzan a utilizar la camisa como ropa interior y encima varias túnicas superpuestas, que terminaban con el brial.
Las novias llevaban el mejor vestido que tuvieran independientemente del color que fuera, tejidos de algodón y lino.
Las mujeres más pudientes solían llevar tres o 4 prendas:
Ropa interior: la camisa, hasta los pies ellas y ellos hasta la rodilla, el tejido de lino, sin adornos hasta evolucionar en el barroco con ellos, las mangas y los cuellos sobresalían del vestido principal, y las bragas, que eran como unos pantalones, a estas se sujetaban las calzas (como nuestras medias pero de paño o de cuero y por lo general muy elevadas y de variados tamaños), que cubrían las piernas desde el tobillo hasta la rodilla por medio de unas correas entrelazadas.
Ellos llevaban calzones podían ser de tela, similares a un pantalón actual .
Encima de las sayas, se ponía el brial (sujeto con pasadores)que es el vestido de seda o de cualquier tela costosa y rica que usaron las mujeres ceñido a la cintura y bajando en redondo hasta los pies, mucho más largo que la saya, aunque ambos tenían la misma hechura. También se llamó así al faldón de seda o tela que traían los hombres de armas desde la cintura hasta encima de las rodillas. Para ajustar estás prendas se abren por los costados y se encordan. Las mangas anchas y más cortas que las interiores, decoradas con perlas y pasamanería. Las clases altas se adornaban también con un cinturón, el cual era muy largo llegando a los tobillos, estaban engarzados con piedras preciosas.
El pellote era una especie de vestido largo y abrigado ya que se forraba habitualmente con piel de conejo. Las cabezas eran adornadas con sombreros cilíndricos o birretes.
La cota estaba cubierta por otra prenda, el SURCOTTE o sobrevesta, que podía ir sin mangas o con ellas y estaba confeccionada en tejidos más lujosos que la cota, además solía ir lujosamente forrada.
A finales del XIII, principios del XIX, esta prenda va evolucionando de forma, se acorta por delante y se transforma en una prenda abierta (como un chaleco largo) y su uso duraría mucho tiempo.
Calzado: sandalias, zuecos y borceguíes (como botas militares), y los zapatos muy puntiagudos e incluso las mismas calzas, que a menudo llevaban adheridas al pie unas suelas puntiagudas y largas según la clase social, no todos llevaban calzado, a partir del siglo XIV y XV hasta el XVII evolucionan los altos chapines (especie de chanclos con corcho muy grueso sobre la suela), que los llevaban las señoras elegantes.
Ambos sexos usaban una especie de zapatillas abiertas fabricadas con cuero, de cabra para las clases más adineradas, o de vaca para el común de la población. A veces, los hombres llevaban botas.
En la cabeza, crespinas, que empezaron siendo para la nobleza, y poco a poco pasó a llevarse debajo de las armaduras y utilizado en tosas las clases sociales para el frío. Las mujeres esperaban a casarse para cubrirse el cabello, como símbolo de modestia y caridad cristiana, se casaban con 15 años o incluso antes. El pelo lo llevaban o bien suelto, o en dos trenzas, también llevaban tocados a los que a veces se les añadía una redecilla de pelo, un velo, una corona…La soltera podía llevar además guirnaldas de flores (la corona virginal).
Los hombres y los niños solían llevar además de las crespinas una especie de capuchas llamadas Hood.
De abrigo se utilizaban prendas de lana, mantos, capas estas se denominan COTAS y eran más largas en la mujer, normalmente se confeccionaban en lana, aunque también los había, como por ejemplo el BRUNETTE, que provablemente fuera de seda,y los albornoces, de imitación arábiga, que era otra capa cerrada hacia el pecho pero abierta y de gran vuelo por abajo y en los últimos siglos de la época se acortaron la capa y los sobretodos que antes llegaban hasta los talones.
Los botones se utilizan desde la prehistoria, pero se empiezan a fabricar en serie en en siglo XII. Durante la edad media eran de cuerno y de cristal. Siempre presente en el vestuario masculino.
Los guantes. En los siglos XII y XIII, Italia, Francia y España rivalizaron en la industria del guante. Se fabricaron guantes perfumados con aceite de jazmín, ámbar, aceite de cedro, azahar y rosa, que estuvieron de moda durante mucho tiempo.
Entre los hombres, la idea del reto se asociaba siempre al acto de arrojar el guante.
En la Edad Media no se permitía que una persona tuviera sus manos enguantadas en presencia de un superior.
Los labradores utilizaban guantes de tres dedos.
Los laicos llevaban una prenda en la cabeza, parecida a una capucha llamada AUMUSSE cuando estaban fuera de casa.
Nace un nuevo tipo de mujer: la religiosa.
La ropa de los nobles era envidiada y copiada más mal que bien por la gente del pueblo, que la hacía como podía.
La vestimenta se adecua mucho a las necesidades laborales y al bolsillo de cada uno de los habitantes de un pueblo.
La ropa era algo importante que pasaba de padres a hijos y se recosía múltiples veces. Así que una familia podía utilizar ropajes de sus abuelos y estaban muy agradecidos por ello. Los colores pardos, grises, marrones, naranjas, era lo que predominaba. Tejidos muy bastos, que taparan bien en invierno y en verano, ya que el sol de justicia trabajando en el campo de sol a sol era mortal.
La vestimenta de las aldeanas nunca eran largos (en la nobleza y en la gente pudiente, tenían que bailar dando pasos hacia atrás para no pisar el vestido) lo llevaban a un palmo por debajo de la rodilla, para que no molestase al faenar.
Una curiosidad, tenían la costumbre de guardar el dinero atándolo con un nudo en los bordes de la camisa

PELUQUERÍA EN LA EDAD MEDIA

Después de la caída del imperio romano, Europa occidental es invadida por los bárbaros, y al no existir un poder central organizador fuerte, la vida vuelve a hacerse rural.
Los territorios ocupados se organizaron en feudos, latifundios en los que el pequeño propietario y el artesano se ponían al servicio y bajo la protección del propietario mediante el sistema de vasallaje.
La estructura social da lugar a una economía cerrada en la que el principal peso del trabajo cae sobre el vasallo, y solo se produce lo que se consume.
La agricultura y la ganadería son las bases de la subsistencia humana y el intercambio comercial en Europa es muy escaso.
El cristianismo se expande por toda Europa, y la iglesia se ha hecho represora, es la única estructura organizada con poder general. A partir del siglo XI con los progresos técnicos aumenta la productividad y las ciudades se convierten en centros de comercialización de los excedentes.
Es una nueva fase expansiva de la economía y un nuevo desarrollo de las ciudades y las actividades propias de ellas, estas se practicaban en gremios que eran cofradías de trabajadores del mismo oficio, para la realización de las diversas actividades cada oficio tenia unos grados, aprendiz, oficial, y maestro.

La Profesión

La iglesia y la vida rural hacia que todo lo que estuviera destinado a ensalzar la belleza corporal hacen que disminuya
muchas de las actividades que ganaron importancia y desarrollo en las ciudades de la antigüedad. En el ámbito privado circularon entre las mujeres de las clases altas gran cantidad de recetas y técnicas destinadas al embellecimiento con ingredientes insospechados.

Depilatorios diversos como la cal viva, depilación con pinzas, con ayuda de los dedos impregnados en pez o también con agujas calientes clavadas en el bulbo piloso.
Perfumes para la piel y cabellos con almizcle, clavo, nuez moscada, y cardamomo.
Para maquillarse utilizaban heces de cocodrilo, sesos de jabalí secos, y pulverizados o dientes de animales triturados y mezclados con aceites.
Para teñir los cabellos blancos utilizaban una pasta hecha de ceniza de sarmientos de vid y de fresno macerados y cocidos durante medio día en vinagre y con ello recubría los cabellos toda la noche.
Los hombres tenían el cabello largo ya que significaba virilidad y libertad, de ahí que los esclavos y los miembros del clero estuvieran tonsurados (coronilla afeitada). Finales del siglo XII el barbero afeitaba, recortaba barbas y se ocupaba de la cirugía menor que en aquel tiempo consistía en cuidar heridas, cauterizar, extraer pinzas delantales y
sangrar a los clientes con sanguijuelas.
La higiene corporal tenía cierta importancia, en especial la lucha contra los piojos y la caspa. Se sabe que existieron pocas lavadoras de cabeza.

Peinados

En cuanto al peinado, las conveniencias exigían a las mujeres disponer sus cabellos ordenadamente reunidos en una trenza o divididos con una ralla central y dos trenzas cayendo sobre los hombros o recogidas en la frente. Las mujeres casadas, además, debían encerrar la trenza con una toca.
Como único adorno se usaban tocados sencillos que servían más para ocultar los cabellos que para destacar el rostro. Las más humildes tejían en sus cabellos trenzas de todo tipo que generalmente nunca dejaban caer, sino que se enroscaban encima o alrededor de la cabeza formando originales recogidos. Sus únicos recursos para hacerlo eran peines de madera e hilos de lana.
A menudo, se usaban flores como ornamento, pues era lo único que tenían a su alcance.
El cambio de color no era muy bien visto.
Las leyes medievales afirman que el tocar o arrancar parte de la barba o los cabellos será castigado con fuertes multas de dinero o con castigos corporales.
Bajo la influencia de la moda francesa, los jóvenes nobles se afeitan la frente y dejan caer los cabellos rizados por la espalda. Los cortesanos de los siglos XII y XIII demostraban gran interés por los cabellos largos y rizados. Las pintas de los rizos podían ir hacia adentro o afuera, llamándose en este caso el peinado de “viruta” por asemejarse a la forma de las virutas de madera después de un cepillado.
Las mujeres llevaron el pelo largo durante toda la Edad Media. En los siglos XII y XIII también los llevaron rizados como los hombres.
Desde mediados del siglo XII, procedente de Francia, aparece la “Venda” que consiste en una venda que se usaba rodeando la barbilla y una banda rígida rodeando la cabeza en forma de corona.
Aparecen las tenacillas calientes en el siglo XIII.
Uno de los peinados clásicos del siglo XIV se basa en dos trenzados amplios que caen por las mejillas rodeando las orejas y casi siempre sostenidos por una red.
En los países nórdicos, se llevan los grandes tocados de formas voluminosas que hacen parecer la figura femenina más
delicada. Al principio se llevaban sobre las orejas pequeñas formas de cuernos sostenidas por una red. Eran muy utilizados el tocado de aguja o hennin, el tocado turbante, que tenía un velo cosido en la parte alta. Es clásico también el tocado en forma de “maceta” invertida sobre la cabeza.
También para estilizar la cara se procura levantar los cabellos. El ideal de belleza consiste en una clara frente redondeada y alta, los cabellos de las sienes se retiran hasta el borde de las cofias. Se depilan las cejas y el cabello de la frente. La depilación se realiza con piedra pómez y mezclas de extravagantes productos (huevos de hormiga, etc.)
Solamente, las jovencitas llevaban los cabellos sueltos, y en todo caso, según su categoría una pequeña diadema.
Les gusta cambiar el color de sus cabellos pero el rojo no estaba bien visto en la época.
El ideal de hombre de la época es el jovencito delgado y de fino talle. Los cabellos se llevan medianos, ligeramente
ondulados y a veces los cabellos cortos en la frente y con un bucle hacia adentro. El pueblo llano estaba obligado a llevar el pelo corto. En general, no llevan barbas, solo los señores mayores como símbolo de dignidad y sabiduría. El largo manto, un privilegio de las clases altas, deja paso a la falda corta: mallas para las piernas, un breve jubón y una chupa entallada con una falda corta.
En el siglo XV, la moda masculina se torna cambiante. Las espaldas rellenas y los hombros abuchonados hacen al hombre más esbelto, de talle más estrecho. Llevan los cabellos cortos.
El cabello de los monjes se peina de forma radial desde el remolino hacia fuera en todos los sentidos, se corta por encima de las orejas y alrededor de las orejas.
A mediados de siglo, sobre todo los jovencitos, llevan la cabeza llena de grandes rulos que se realizan con tenacillas. A veces se entrelazan con cintas y el peinado masculino se afemina.

LA VIDA EN LA EDAD MEDIA

La Edad Media fue una época de brillo cultural en todos los sentidos. Paralelamente a la religión, la superstición, la ignorancia, la enfermedad y la guerra exitió un espíritu de inquietud intelectual que caracterizó a la Edad Media.
El hombre lo hacía todo manualmente ya que no había tecnología, la vida era muy dura, los campos se labraban con arado y sin abono y dejados alternativamente en barbecho cada dos o tres años, se producía muy poco y no se rendía lo suficiente. El campesino, que por las condiciones de vivir en feudos de terratenientes y hombres de armas, era el siervo, tenía que dejar la mitad de la cosecha para su amo y con el resto alimentar a su familia.

La cama, se dormía sobre paja o en el suelo; rara vez se podía ver en las despensas cercanas al fogón que hacía de cocina alguna vajilla, y lo que se usaba como plato eran rebanadas de pan seco. Los campesinos se hacían unas chozas de adobe que a menudo se incendiaban y había que reconstruir.

Los ricos, vivían en castillos de piedra y su riqueza se media por el espesor de los muros y la solidez de las fortificaciones exteriores.

Al no haber alcantarillado, ni sistema de conducción de aguas de las ciudades fortaleza o aldeas, parecían cenagales todas las épocas del año, por supuesto el mal olor era parte de la cotidianidad y el cultivo de enfermedades endémicas que azotaron a la población menguada de la época medieval. El agua había que irla a buscar al pozo o a la fuente, la luz era proporcionada por las velas y alguna que otras antorchas resinosas que despedían tanto humo como luz.

Cuando se hacían grandes banquetes, los perros y los mendigos se disputaban bajo la mesa los trozos de carne y los huesos que los comensales cedían.

Los animales domesticados que servían de apoyo a los trabajos del campo y del comercio, compartían las casas de sus dueños, el establo estaba en la parte de abajo y en una guardilla vivían los humanos. El estiércol sobreabundaba en las casas y un olor, a lo que pudiésemos llamar hoy día a pocilga, era lo natural.

Había un gran conocimiento de la naturaleza, de las bondades de las plantas para la salud, de saber orientarse con las estrellas y los movimientos del Sol, se poseía una vista ágil y una mano diestra, se conocía el espacio en razón del mandato de sus constantes cambios y se respetaba la pureza de los bosques porque sólo se talaba lo necesario para beneficio humano.

La caza, a diferencia del hombre contemporáneo, era trabajo, que tenía a la vez algo de deporte, de festín y de guerra, pero cuyo botín iba destinado para alimento del cazador y los suyos.

La carne de ganado doméstico no se comía, con excepción de la de cerdo y la de corral, pero los nobles, grandes comedores de carne, traían de sus incursiones por el bosque hecatombes de perdices, urogallos, liebres y corzos. El oso, el ciervo y el jabalí muertos se llevaban en triunfo y, en las vigilias de los grandes banquetes, los pájaros pequeños, como codornices y tordos, muertos a centenares, se sacaban de los morrales y se amontonaban ensangrentados por los suelos de las cocinas.

En las cocinas se respiraba un olor a sangre, a pieles recién desolladas y a humo de carnes asadas que se juntaba con el olor de los perros, de los halcones de caza y de la gente.

La carne, secada al sol o ahumada en las enormes chimeneas, se conservaba bastante mal y era necesario renovar a menudo las provisiones, por lo que había una constante escasez de sal y de pimiento, indispensables para sazonar los alimentos y para prolongar la conservación de estos víveres, que continuamente amenazaban con corromperse.

Los que tenían más nivel adquisitivo podían permitirse una gran variedad de comida, incluyendo los frutos secos, las almendras y las especias asiáticas, que eran productos muy caros. Los menos pudientes comían pan moreno (muy tosco hecho de trigo y centeno o avena), verduras de huerta y carne, en especial cerdo, de sus existencias caseras.

En invierno se surtían de la carne y el pescado que habían conservado con sal. Las vacas, las ovejas y las cabras suministraban la leche necesaria para elaborar los alimentos lácteos, llamados platos blancos.

Los más ricos tenían platos de estaño. Ciertos alimentos oxidaban el material y hacia que mucha gente muriese envenenada que, unida a la falta de higiene de la época se hacia muy frecuénte. Un ejemplo fué, cuando se conocieron, los tomates, que eran ácidos y provocaban este efecto y fueron considerados tóxicos durante mucho tiempo.

En los vasos ocurría lo mismo donde, al contacto con whisky o cerveza hacia que la gente entrara en un estado
narcolepsico producido tanto por la bebida como por el estaño. Alguien que pasase por la calle y viese a alguien en este estado podía pensar que estaba muerto y ya preparaban el entierro. El cuerpo era colocado sobre la mesa de la cocina durante algunos días y pasaba con la familia mientras ellos comían y bebían esperando que volviese en si o no.
De esta acción surgió el velatorio que hoy se hace junto al cadáver.

COSMÉTICA, JOYAS, HIGIENE, PERFUMERÍA Y EL BAÑO MEDIEVAL

COSMÉTICA

En el Medievo, la mujer ideal tenía que ser rubia, pálida, con las mejillas de un color rojo vivo, los labios de color rojo, las cejas arqueadas y negras pero el cuerpo completamente carente de vello.
Ahora bien, ¿qué mujer está dotada por naturaleza de tal aspecto? los anaqueles estaban repletos de peines y de espejos, de polveras, limas y tijeras para las uñas, de pinzas para depilar pestañas y cejas, de algodón y de plumas para maquillarse los labios, de goma adragante y de azúcar de cebada fundido. Para las pelucas se utilizaban los pelos de los muertos.

Los tratados de medicina explican que el vello es la condensación de los vapores groseros, y que el exceso de humedad femenina que no se vierte naturalmente se transforma en espuma que es preciso eliminar. Se procede a la depilación con ayuda de tiras de tela impregnadas de resina, se destruyen los bulbos pilosos con agujas al rojo, y se emplean también horribles depilatorios.

Con el fin de sensibilizar a los hombres sobre la vanidad de los cosméticos, los predicadores narraban la historia de alguien que, tras haber seguido a una mujer por la calle, atraído por su bella cabellera rubia, la supera para verle el rostro y, sorpresa, ve la cara llena de arrugas de su mujer, consumida por cosméticos urticantes y depilatorios astringentes.
El maquillaje ciertamente era entendido como motivo de pecado.

Roger Bacon, médico del siglo XIII, menciona máscaras para la piel y lociones hechas a partir de raíces de flores.

JOYAS

Aún después de la caída de Roma se siguieron utilizando las formas y las técnicas de la joyería romana. Las tribus bárbaras del este de Europa, hábiles en el trabajo del metal, supieron combinar las tradiciones romanas (como la filigrana en oro y la forma de fíbula) con la tradición bizantina del alveolado, introduciendo sus propias variaciones regionales. Así, por ejemplo, el broche de alfiler pasó a ser circular, como los hallados en Francia y Escandinavia. Los broches circulares (con un alfiler que se sujetaba con el peso de la prenda atravesada) eran de uso común en Irlanda y la Bretaña celta. Los principales motivos celtas eran animales estilizados y complicados arabescos.

Encontramos numerosas joyas que servían para adornar vestidos y capas, considerándose la orfebrería
germánica como una de las más atractivas de la historia. Nos han quedado sortijas, anillos, pendientes, horquillas, broches, placas-hebillas, joyas que exclusivamente podían utilizar las mujeres como se ha podido constatar en los yacimientos arqueológicos. Estas joyas nos dan fe de la existencia de grandes fortunas.

Una técnica importante de la joyería medieval fue la colocación de finas capas de granate en los alvéolos del
metal, al estilo del esmalte alveolado. Ejemplos de este tipo de piezas son las hebillas y broches de la nave funeraria de Sutton Hoo del siglo VII (Museo Británico, Londres) y una corona incrustada con granates y cabujones (Real Armería de Madrid) que perteneció al rey visigodo Recesvinto. La famosa joya Alfred del siglo IX (Museo Ashmolean, Oxford) es una muestra de la técnica del alveolado.

A partir del siglo XI los broches, por lo general circulares, siguieron siendo una de las joyas más utilizadas, como, por ejemplo, el broche del águila del siglo XII (Museo de Maguncia, Alemania). Los anillos y los colgantes engastados o esmaltados (en forma de crucifijo, de cualquier otro motivo religioso o como relicario) eran otras formas típicas de joyería de la época.

En los siglos XIV y XV collares y joyeles (dijes prendidos en redecillas o cosidos a la ropa) se convirtieron en parte integrante del atuendo.

El esmalte pierde la preferencia y se reemplaza por los diamantes, adornos de botones de plata, oro o perlas.
Las hebillas incrustadas de pedrerías alcanzan dimensiones colosales. Hombres y mujeres llevan los dedos cargados de anillos.
La devoción introduce en el atuendo los rosarios, cuyas cuentas son de oro, de hueso, de cuerno, de marfil, de coral, de nácar, de ámbar o de azabache.

Uso de la joyería a través de una descripción idealizada de Carlomagno:
“Se cubría con un sayo azul y siempre ceñía una daga cuya empuñadura y cuya vaina eran de oro o de plata. A veces usaba una espada adornada de piedras preciosas, pero solamente en los días de las grandes fiestas (…) Los días de fiesta se presentaba con un vestido tejido en oro, un calzado adornado con piedras preciosas, una hebilla de oro con la que sujetaba el sayo, una diadema también de oro y luciendo piedras preciosas.” (Vida de Carlomagno, cap. XXIII)

HIGIENE

La mujer de la Edad Media soportó las consecuencias de una época caracterizada por la austeridad, las frecuentes guerras y las grandes epidemias.

El cuidado de la belleza resurge, sin embargo, en los siglos XI al XIII al organizarse en Occidente las Cruzadas para recuperar los llamados “Santos Lugares”, entonces en manos de los musulmanes.
Estas guerras originaron contactos e intercambios con otras culturas y consecuentemente se introdujeron nuevas técnicas sobre afeites y cosmética que suplieron las ya existentes en Europa.

La nobleza, en este período, se recluye en sus castillos. Son los vendedores ambulantes de bálsamos, artículos de tocador y hierbas medicinales, que van de castillo en castillo vendiendo sus productos, quienes conservarán y renovarán los secretos de la cosmética. Estos se guardan en la “muñeca para adornarse”, nombre que se le daba al tocador. El tocador medieval era un hermoso y complicado mueble, lleno de cajones y espejos que, al estar cerrados, daban al tocador la apariencia de un escritorio.

Durante los primeros siglos de la Edad Media los nobles no descuidaban la higiene personal. En las ciudades, los baños públicos eran visitados con frecuencia por éstos, mientras que en los castillos las damas se
bañaban con agua fría perfumada con hierbas aromáticas. Pero en la medida que la Edad Media avanza, estas costumbres se van olvidando. Los perfumes de fuerte olor sustituirán poco a poco a la más mínima higiene corporal.

PERFUMERÍA

Con la caída del Imperio Romano de Occidente, las innumerables guerras internas y las invasiones de los bárbaros, el mundo Occidental entro en una época oscura y de ignorancia y profundamente religiosa, donde los perfumes eran un objeto banal que no tenía cabida en esta sociedad.

Solo hasta fines del siglo XII es cuando comienza a revertirse esta situación, producto de la aparición de las primeras universidades donde se pudo re-estudiar los antiguos sistemas de fabricación y mejorarlos, además de la competencia existente entre alquimistas, el conocimiento de la destilación obtenida de los Árabes y el desarrollo del comercio con Oriente.

El incienso y la mirra siguieron siendo utilizadas para fines religiosos, sin embargo la Nobleza y la incipiente burguesía conocieron las capacidades higiénicas y medicinales de las fragancias. Las damas y cortesanas de aquella época se bañaban en agua de flores y se aceitaban el cuerpo con oleos perfumados, también era costumbre vaporizar los atuendos y habitaciones con aspersorios similares a los que eran utilizados en ceremonias religiosas.

Debe tenerse en cuenta que contrariamente a lo preconcebido en la Edad Media se utilizaron bastante las abluciones y el baño. La pomadera, un nuevo contenedor fue inventado y que era utilizado para colocar el ámbar, el almizcle, esencias aromáticas y las resinas. Este que tenía forma de globo metálico, dejaba salir los aromas a través de unos calados. A estas exhalaciones se le atribuían propiedades terapéuticas contra las epidemias y pestes, también se pensaba que eran un buen medicamento para la digestión, que curaban la impotencia sexual y mantenían los órganos sexuales femeninos.

Con el advenimiento de la burguesía y las flotas mercantes, Venecia se transformo en el centro de la perfumería, en ella se comercializaba la mayoría de las especias traídas desde Oriente, se dice que Marco Polo desde su viaje trajo pimienta, clavo de girasol y nuez moscada. Era igualmente conocido el jengibre, el azafrán, la canela y el cardamomo que fue traído por los mercaderes Árabes desde India y Ceilán, los
mercaderes asiáticos trajeron algunos productos desde China y Malasia y en Europa se cultivaba desde hacía tiempo atrás la albahaca, la salvia, el comino y el anís entre otras.

A fines del siglo XIV fueron conocidos los primeros perfumes con base alcohólica y aceites esenciales, que se conocían como aromas. El primero y mas famoso “El agua de la Reina de Hungría”. Este perfume según cuentan, le fue regalado a la anciana reina Isabel de Hungría por un monje en el año1380. La reina que tenía setenta y dos años, estaba bastante enferma y cuando bebió la decoción (se debe tener presente que las pociones en esa época eran bebidas), se mejoró y rejuveneció tanto que incluso el rey de Polonia de veinticinco años pidió su mano. La formula era una base de romero y mas tarde amortiguada con lavanda; era una mezcla simple de siete u ocho ingredientes.

Durante este siglo, los doctores durante las plagas, visitaban a sus pacientes provistos de una nariz falsa parecida al pico del ave tucán, fabricadas de cuero o papel mache y a las cuales se les impregnaba en
vinagres aromáticos en la punta. Esta practica llevo a que se les conociera como graznadores (quacks en ingles, sinónimo aun utilizado como equivalente a medicucho).

A fines del siglo XV Venecia pierde su monopolio, debido al descubrimiento de América, donde Portugueses y Españoles trajeron nuevas especias desde este nuevo continente (tabaco, canela, cacao, vainilla , etc).

En el siglo XVI los Holandeses también entraron en este negocio, pero a diferencia de los anteriores, ellos cuidaban la producción agrícola en el terreno mismo y llevaron muchas mejoras en la producción agrícola. Es en el siglo XVI cuando aparecen una gran cantidad de nuevos perfumes, eran principalmente de dos tipos; las simples o compuestas. Las primeras eran de una sola base principal (agua de lavanda, agua de rosa,
agua de azahar, etc) y la segunda cuando se mezclaban esencias de especias con flores y una base de almizcle o ámbar. Se los utilizaban con fines farmacéuticos y odorisante del cuerpo, ya que durante el renacimiento a diferencia de la edad Media la gente no tenía costumbre del baño, debido a que se consideraba que el agua era la portadora de las Pestes que azotaban a la población. Los perfumes eran
almacenados en frascos de vidrios o redomas. Se obtienen los frascos de cristal Veneciano, también se encuentran de metal poliforme con metales preciosos y pobres.

EL BAÑO MEDIEVAL

El baño fue durante toda la Edad Media una práctica muy extendida, sobre todo desde la época de las Cruzadas. Se veía en él, sobre todo en el baño caliente, que era el más gustado, tanto un motivo de placer como una práctica sanitaria e higiénica, aunque se tenían en gran estima, en cuanto a su eficacia, los baños medicinales y las aguas curativas.

Es cierto que se habían dejado derrumbarse las grandiosas termas romanas; en las míseras «casa de baños» de la Edad Media casi no se veían más que grandes tinas, en las que se metían juntos, no pocas veces, el hombre y la mujer; la gente jugaba en el baño, comía, bebía y cantaba.

La Edad Media tomó, además, de los eslavos los baños de vapor. A fines de la era medieval creció la
institución del baño y los placeres relacionados hasta que, a consecuencia de la sífilis, que las casas de baño contribuyeron a propagar, y del excesivo consumo de leña que llevaban aparejado, sobrevino un súbito retroceso.

Mucha gente se entregó ahora a los baños de aguas minerales en los manantiales vivos, a los que se atribuían sobre todo virtudes medicinales, aunque se quería seguir encontrando en ellos, muchas veces, los mismos placeres que antes se gozaban en las casas de baños.

Los hombres limitan los cuidados de embellecimiento a las grandes sudadas deportivas, a las abluciones y al masaje que las siguen, al uso del peine y de la navaja para los cabellos y la barba de acuerdo con los cánones de la moda. Y eso es todo lo que soporta la virilidad, si se le añaden algunas lociones.

La piel limpia, lisa, brillante, y todo el cuerpo en proporción, es el resultado de repetidos baños y de un prolongado esfuerzo, que los ungüentos se ocupan de perfeccionar.

La gente suele bañarse de dos maneras: en el agua del baño o en el vapor de la estufa, sola o por grupos. Cuando uno se baña a domicilio, el baño se prepara en la alcoba, cerca del fuego que sirve para calentar el agua. La pieza fundamental para el baño era la duerna o tina de madera, la cual se cobijaba bajo cortinillas y, a veces, se forraba en su interior con lienzos, para que su textura resultase más suave, uniforme y grata al tacto. En el agua se echan plantas olorosas, según una receta de Galeno, y se rocía al bañista con pétalos de rosa.

En el campo, la práctica del baño no se halla menos extendida que en la ciudad. Dentro de casa o fuera de ella, uno se encoge en un balde de agua caliente, bajo una sábana extendida que conserva el calor y convierte el baño en baño de vapor. También pueden bañarse a la vez dos personas, o varias: la hospitalidad y la sociabilidad favorecen los rituales, por ejemplo el baño de los vendimiadores o el que toman juntos, la víspera de la boda, el novio con sus compañeros de juventud, y la novia con sus amigas.

Fuera de casa se acudía con frecuencia a los establecimientos, a veces administrados por la comunidad. Entre ellos los había que añadían a las abluciones la cura termal.

Al norte de los Alpes, la práctica de la estufa es muy antigua y está muy difundida. La sauna es una costumbre muy divulgada en el mundo eslavo y germánico; en la mayor parte de las aldeas, la estufa, señala por la muestra de haz de ramas frondosas, funcionaba algunos días de la semana.

Un poema épico austriaco de finales del siglo XIII, describe con gran lujo de detalles todas las fases del baño de vapor que toman juntos un caballero y su criado, entre otros. En cuanto el encargado del baño hace sonar la trompa, la gente afluye, descalza y desceñida, con la camisa de baño o la bata al brazo; se acuesta sobre los bancos de madera, en la penumbra del vapor, alrededor de las piedras calientes que se rocían con agua cada cierto tiempo, a la vez que las masajistas, con ungüentos perfumados, llevan a cabo su labor sobre la espalda, los brazos y las piernas, y cada uno se frota el cuerpo con cenizas y jabón o activa la sudación a fuerza de ramalazos. Luego viene el peluquero, que arregla la barba y el pelo; y finalmente se pone todo el mundo su bata para tenderse en un lecho en una pieza vecina con sábanas perfumadas.

LA CAZA EN EL MEDIEVO PENINSULAR

No exageramos si decimos que una de las actividades que mayor placer ha proporcionado al hombre a lo largo de la
historia ha sido la caza. Sin embargo, hablar de ella en términos generales es cuanto menos impreciso puesto que desde la antigüedad, y especialmente durante la Edad Media, esa práctica estuvo determinada por la finalidad que
perseguía el individuo al ejercitarla: bien la utilidad o bien el entretenimiento.

1.- Finalidad de la caza

Se tiene constancia de que en la Edad Media peninsular el sentido utilitario debió al menos ser triple: 1) en la primera etapa de la Reconquista la caza debió contribuir a la alimentación de los ejércitos que estaban en constante movimiento; 2) hay noticias sobre la organización de partidas de caza comunales patrocinadas y dirigidas por los
señores o autoridades competentes para evitar la acción de las alimañas, es decir con éstas se pretendía eliminar los dañinos ataques de los depredadores a las cosechas, al ganado y a las personas; 3) también sabemos que mediante la caza muchos hogares campesinos, conventos, e incluso palacios obtenían buena parte de su abastecimiento así como algún beneficio económico, porque con este tipo de caza "ofensiva" se procuraba un complemento alimenticio a la vez que vestimentario.

En cuanto a la segunda finalidad, la práctica de la caza como entretenimiento, como deporte, es evidente que el
cazador en ese menester no sólo buscaba la diversión, el placer en contacto con la naturaleza, sino también la preparación física necesaria para llevar a cabo con éxito sus compromisos guerreros. Se trataba de una cuestión de
higiene corporal, pues el individuo debía estar preparado -estar en forma, como se diría hoy- para desempeñar las funciones propias de su relevante posición social.

Ciertamente, esa doble finalidad estaba determinada por el tipo de caza que en cada momento se practicara: caza menor, caza mayor o montería y caza con aves o cetrería.

2.- Tipos de caza

1) La considerada "caza menor", en clara referencia a las dimensiones del animal (liebre, perdiz, etc.) y a lo sencillo de su realización, fue practicada principalmente por campesinos y monjes. Se consideraba esencialmente una actividad económica, por cuanto representaba una fuente de ingresos "que permitía equilibrar el balance alimenticio de la familia" y obtener otros recursos económicos.

2) La "caza mayor", "montería" o "venatoria", denominada así por tener en cuenta las grandes dimensiones de los animales (ciervo, oso y jabalí principalmente) que son objeto de persecución, acoso y muerte; ésta se practicaba y practica en los terrenos agrestes de los montes, y debido a la complejidad y el peligro que encierra su práctica sirvió a los reyes y señores no sólo de esparcimiento, sino de adiestramiento y preparación física y moral, como bien se expone en el Libro de la Montería:

"Et la rrazon por que feziemos este li-/bro es por que es berdat que los sa-/bios antiguos, falla-/ron que vna de las cosas por que los/ rreys et los prinçipes et los gran-/des señores podrian mas beuir/ et auer los entendimientos mas/ claros era por catar algunas ma-/neras de plazer en que diesen espa-/çio et folgura al entendimiento,/ et que con esto podrian meior so-/frir el cuydado et el afan del librar (...) Et por esta rrazon, los/ rreys et los grandes señores/ cataron maneras de auer sol-/tura en caçar et en otras maneras en que tomassen/ plazer para dar folgura al/ entendimiento (...)"

3) El tercer tipo, caza con aves, "arte de volatería" o "cetrería", comenzó a practicarse de forma generalizada en la Península Ibérica en la Alta Edad Media, aunque sería en los siglos posteriores en los que alcanzaría su época de mayor apogeo al convertirse en una de las actividades preferidas por las categorías nobiliarias, especialmente por la más alta aristocracia, ya que "para el guerrero medieval, no se trataba sólo de una diversión, sino que su práctica ayudaba a fortalecer el cuerpo en contacto con los cambios atmosféricos: el calor, la lluvia, el viento.."; es decir, en esa práctica el cuerpo jugaba un papel importante al igual que los caballos, los perros y, cómo no, las aves.

Los beneficios que reportaba al caballero esta forma de caza aparecen en el Libro de la caza con aves del Canciller Ayala:

"(...) Et por escusar estos dapnos que vienen al ánima et al cuerpo en estar los homes ociosos, fallaron aquellos que ovieron de criar los fiios de los reyes et de los príncipes et grandes señores, que los toviesen á todo su poder guardados de ser ociosos, et trabajasen et ficiesen ejercicio por sus personas et cuerpos en algunas cosas buenas et honestas, con que tomasen placer sin pecado, sirviéndose et aprovechándose de las cosas que Dios crió et fizo para
servicio del home, segund dicho es. Et entre las muchas maneras que cataron et fallaron para esto, vieron otrosí que era bien que los señores et príncipes anduviesen algunas horas del día, como de la mañana et en las tardes, por los
campos, et mudasen el aire, et feciesen con sus cuerpos ejercicio. Et pues que así andaban, que era bien que hobiese homes sabidores en tal arte, que sopiesen tomar de las aves bravas, et las asegurasen et amansasen, et las ficiesen amigas et familiares del home(...)"

Pero, dejando a un lado la caza menor, practicada con fines económicos, centraremos nuestra atención en las dos
formas que mayor profusión tuvieron y mayor placer proporcionaron a los nobles medievales.

3.- Montería y Cetrería

La importancia de la caza con aves y de la venatoria durante los siglos medievales se evidencia en los testimonios
jurídicos, literarios y pictóricos que han llegado hasta nosotros; documentos que reflejan, por una parte, el conservadurismo propio de una práctica tradicional milenaria (Persia, Siria, Irak, Grecia, Roma, etc.) sujeta, sin
embargo, a normas de organización y comportamiento cada vez más complejas, y, por otra, manifiestan los cambios provocados por las nuevas relaciones sociales y comerciales los cuales incidirán de forma directa en el ejercicio de la caza al introducir otras técnicas, armas e incluso otros animales.

En efecto, aunque fueron los reyes, los señores, los cortesanos y los hidalgos, o sea los individuos pertenecientes a las clases más elevadas, los que de forma continuada practicaron la actividad venatoria y cetrera, eso no significa que sólo ellos intervinieran en las batidas de caza, porque para esos menesteres era indispensable contar con la participación de otros "monteros" o "cetreros" de más baja condición social, y, sobre todo, con la ayuda de los perros y las propias aves cazadoras. Es evidente que esa actividad deportiva exteriorizaba de forma clara la pertenencia al estrato social más alto: en aquella época era impensable, por lo costoso del mantenimiento de hombres y animales, que otros individuos de clases sociales inferiores pudieran practicarla, al menos así lo expone Alfonso X:

"Mañoso debe ser el rey et sabidor de otras cosas que se tornan en sabor et en alegría para poder mejor sofrir los grandes trabajos et pesares quando los hobiere, segunt deximos en la ley ante desta. Et para esto una de las cosas que fallaron los antiguos que mas tiene pro es la caza, de qual manera quier que sea: ca ella ayuda mucho a menguar los pensamientos et la saña, lo que es mas menester a rey que a otro home; et sin todo aquesto da salud, ca el trabajo que en ella toma, si es con mesura, face comer et dormir bien, que es la mayor parte de la vida del home; et el placer que en ella recibe et otrosi grant alegría como apoderarse de las aves et de las bestias bravas, et facerles que le obedezcan et le sirvan, aduciendol las otras a su mano. Et por ende los antiguos tovieron que conviene mucho esto a los reyes mas que a los otros homes, et esto por tres razones: la primera por alongar su vida et su salud, et acrescentar su entendimiento, et redrar de sí los cuidados et los pesares, que son cosas que embargan muy mucho al seso (...)

La segunda, porque la caza es arte et sabidoría de guerrear et de vencer, de los que deben los reyes ser mucho
sabidores; la tercera porque mas abondadamiente la pueden mantener los reyes que los otros homes (...)"

Pero, si bien la venatoria y la cetrería son prácticas obligadas en el proceso de formación de los jóvenes, cada una
tiene su propio código e interés. Y, en efecto, así es en tanto que la venatoria y la cetrería traducen dos estados de ánimo muy diferentes en cuanto a su práctica; la primera constituye un entrenamiento para la guerra, porque "en las cacerías de animales montaraces, en las que se rastreaba, perseguía, acosaba y mataba la presa, se valoraba la destreza del montero, la estrategia de la operación, que era montada con tan exquisito cuidado como si de una acción bélica se tratara, y, especialmente la bondad de los perros, entre los que destacaban en el reino castellanoleonés el sabueso, el lebrel y el alano". Sin embargo, la caza con aves es mucho menos belicosa pues en ella no se adquiere más que la resistencia en la cabalgada. Se trata sobre todo de una distracción llevada a cabo por los aristócratas refinados en la que la ostentación no está en los trofeos conseguidos, sino en las aves de caza que se poseen y en la manera en que han sido amaestradas. Por ello, para su práctica se requiere de todas las cualidades menos de la fuerza bruta: el cálculo para lanzar el ave en buen momento, la paciencia, la prudencia para evitar los peligros naturales, incluso la astucia en la utilización de los vientos.

4.- Orígenes de la montería y la cetrería

Como queda demostrado, son dos tipos de caza bien diferentes, como diferentes son sus orígenes. Mientras la venatoria se practica desde la más remota antigüedad en el occidente europeo (a juzgar por los textos de Jenofonte, de Gratio o de Nemesiano, entre otros), el "arte de la caza de vuelo" se introduce en la Península Ibérica por dos vías en los albores de la Edad Media: la de los germanos y la de los árabes. Sobre esta última Viré afirma: "Transmitida dos o tres siglos al menos antes del Islam, a las tribus árabes instaladas en Irak y en Siria, el arte "del vuelo" venía, de una parte, del nordeste, del Irán sasánida, ... y, de la otra, del noroeste, de los pueblos nómadas venidos de las estepas mongol-altaicas... Bajo el Islam, en la primera mitad del siglo VIII, la dinastía de los califas abasidas de Bagdad vuelven deliberadamente hacia la civilización persa". Por ello es posible "que la mayoría de las aves cetreras sean de la avifauna persa más que de los países puramente árabes". Así, una vez que la caza con aves "se convirtió en uno de los pasatiempos favoritos de la nobleza medieval de la Europa occidental, perfecciona sus métodos al mismo tiempo que elabora su lenguaje propio gracias, no solamente a la gran aventura de las Cruzadas, sino también a las traducciones latinas más que romances de aquellas obras árabes", tales como las de Ghatrif y Moamin, dos autores del s. VIII y IX respectivamente.

En cuanto a la segunda vía, la germánica, si como dice Evans, la cetrería fue introducida en el sur de Francia al final del s. IV y se estableció en el curso de las invasiones de estos pueblos en el oeste de Europa donde conoció desarrollos y mejoras antes del s. XII (los testimonios lingüísticos así lo confirman, como por ejemplo la voz gerifalte); si, por otra parte, la caza de aves se modifica bajo la influencia de la halconería árabe (valga como ejemplo el nombre del halcón exótico sacre); y si, además, es cierto que esta caza estaba dividida en dos géneros según las rapaces empleadas: la "azorería", ya documentada tempranamente y practicada de forma cotidiana pues no se necesitaba más que el empleo de un azor o un gavilán, y la "halconería" propiamente dicha, más impresionante y prestigiosa, de introducción más tardía, es evidente que estamos ante dos evidencias que confirman dos procedencias bien distintas: una meridional y otra septentrional, como bien se recoge en el Libro de las Animalias:

"Et convien que ant que las contemos, que ffablemos en la rrazon por que non podemos aver nin ssaber todas las generaçiones de las aves que caçan; et esto es porque a en cada tierra atales que non las podran aver en otra tierra
nin las pueden connosçer, ca muchas dellas a contra la parte de mediodía que no son ffalladas a parte de sseptemtrion (...)"

o en el Libro de la caza:

"los falcones neblís crian et nacen en la alta Alemania, en una comarca que es llamada Asuega; otrosí en Noruega et en Pruza, et de allí los compran los mercadores, et los traen en las contres de Alemaña, cuando vienen en Frandes, et tráenlos á Brujas, et de allí los lievan por todas las tierras, á París et en Bretaña, et en Henaut, et Inglaterra, et dellos traen en España á los reyes et á los señores que lo encomiendan á los mercadores, cuando alla van á Brujas, et gelos traen (...)

Otrosí, hay falcones neblís, que crian en el Condado de Saboya, en las montañas que son et parten el dicho Condado de Saboya et la tierra del Señor de Milana (...)

Et todos estos falcones salen muy buenos, ca se toman muy lejos de la tierra donde nascen, ca segund todos cuidan, ellos vienen de Nuruega et Pruza et Asuega et de cabo de la alta Alemania, do criaron et nascieron, et vinieron con el paso de las aves, ca en España no fué home que fallase nido de falcón neblí (...)"

Sin lugar a duda, por esa doble vía debió llegar la cetrería a la Península Ibérica, en donde los nobles germanos la practicarían habitualmente y más tarde, con la influencia de los árabes terminaría imponiéndose de forma definitiva; no olvidemos, por ejemplo, que los nombres de las aves cetreras son en general árabes, exceptuando el de gerifalte que es germánico.

Muy distinto es el origen de la caza mayor, pues si bien en los países asiáticos era y es frecuente la caza del guepardo, del tigre y del elefante, esos animales nunca formaron parte de la fauna de los países occidentales, en los que sí abundaron el oso, el ciervo o el jabalí, incluso en zonas en donde hoy día sería impensable, concretamente en
los montes centrales y en los del sur peninsular. Por ello en el último capítulo delLibro de las Animalias se dice:

"E en la fin deste libro avíe un capítolo que fablava de las caças de los moros que an de comer segun su ley, e porque viemos que non pertenecíe a nos, ni nos yazíe en el pro, nol quisiemos trasladar (...)"

5.- Las aves cazadoras

Relacionada con lo expuesto hasta ahora, hay otra cuestión a tener en cuenta: los cambios que de una época a otra
se han dado en este mester.

Es evidente que a lo largo de la historia el arte de la caza ha ido cambiando, bien por el descubrimiento de nuevas armas o porque el animal utilizado fue sustituido por otro "más poderoso y eficaz", como ocurrió en la Edad Media con los azores y los halcones. Esto viene a confirmarlo Pallarés cuando afirma que en lo referente "a las aves de presa, parece que la más utilizada en Galicia fue el azor, animal particularmente adaptado al medio natural del país (...) por las fuertes arrancadas y la caza en terrenos de bosque y matorral. Frente a la presencia masiva del azor, parece que la utilización de halcones y gavilanes no era absolutamente desconocida en tierras gallegas". Ahora bien, aunque ambas aves se utilizaron, ya a finales del s. XIII la caza con falcónidas estaba totalmente generalizada, al menos así lo declara D. Juan Manuel:

"(...) oyó dezir que la caça de los falcones abaneros vino a Castiella después que el sancto rrey don Ferrando, que ganó Alendeluzía, casó con la rreyna donna Beatriz; que en este arte desto dizen que non matavan la garça con
falcones, si non con açores. Et el primero que començó a matar garça con falcones fue un omne bono que dizían don Rodrigo Gomes, de Gallizia; et matá[va]las con falcones bornís (...)"

En realidad el cambio de ave cazadora debió suponer el correspondiente en el ejercicio de la cetrería, a juzgar por las
palabras del Infante:

"(...) Et desta guisa caçauan fasta que nasçieron los fijos del rrey don Ferrando, que fueron muy grandes caçadores (...) Estos usavan caçar en la manera que de suso es dicho. Et agora usan de caçar segund está escripto en este libro (...)"

"[Et por] lo que él (non) [sabe] que se usa en esta arte; et lo que oyó dezir al infante don Johan, que fue muy grant caçador, et a falconeros que fueron del rrey don Alfonso et del infante don Manuel, su padre, cómmo se usava quando
ellos eran bivos, que eran muy grandes caçadores, tovo que él vio commo se mudó la manera de la caça de aquel tienpo fasta (que) este que agora está (...)"

De la forma que fuere, lo cierto es que don Juan Manuel, prototipo de caballero de su época, no duda en mostrar su preferencia y considera mejor ave de caza a los halcones que a los açores:

"(...) dirá en este capítulo por quál rrazón se pone ante la caça et la conoscençia de los falcones que de los azores.

Ya de suso, en el capítulo primero, es dicho que la caça es cosa noble et apuesta et sabrosa (...) Et porque en la de los falcones se faze más conplidamente que en la de los azores, (et) por (que) [ende] la puso don Johan ante en este libro (...)

Et an los omnes muy grant plazer quando veen que la apartan los falcones [[a las grúas]] entre las otras, et cómmo la derriba[n], et commo la faze[n] estar penada, et cómmo acorren los canes a los falcones por la tomar et por la levantar, et cómmo acorren los falconeros et los omnes de cavallo et aun los de las mulas (...) et es muy marabillosa cosa (...)"

Es evidente que el cambio debió ser significativo y afectaría claramente al conocimiento y correspondiente clasificación de las aves de presa, pues si "todos los tratados árabes clasifican las aves de caza en dos grandes grupos: los ojos amarillos son azor, gavilán, águilas y abutardas; los ojos negros son los falcónidas: sacre, perigrino, laniero y esmerejón", y en el Libro de las Animalias se agrupan las aves cetreras por su tamaño -aves mayores y aves menores- y por la forma de cazar, así como en el Espéculo se tiene también en cuenta la naturaleza de las mismas:

"Caçadores y a a aues que sson de muchas maneras. Et a las vnas les viene mas por natura que a las otras, et por esso lo ffazen de dia et osadamente. Et estas sson las aguilas, et los açores, et los ffalcones, et los gaujlanes, et los
esmerijones, et los alcotanes et los Çernigolos.

Et a las otras a quien non cabe caçar derechamjente por natura, porque lo ffazen ascondidamente et como a mjedo, sson estas: los bueytres, et los ffrannehuesos, et los alfforres, et los mjlanos, et los buhos, et las lechuzas et las otras aues que caÇan de noche"

Ya don Juan Manuel da la descripción exacta de cada tipo de halcón al tiempo que muestra sus preferencias al establecer la clasificación de los mismos:

"Ya es dicho de suso que los falcones con que los omnes usan a caçar son de çinco naturas.

La primera et más noble es los falcones girifaltes; et éstos son mayores que todos los otros falcones, et más ligeros (...)

En pos ellos son los sacres; et estos son grandes falcones et matan grandes prisiones (...)

Et en pos los sacres son los neblís, et estos son muy buenos falcones (...) et commo quier que matan muchas prisiones, lo(s) que agora usan de caçar con ellos, es caça de ribera (...)

Et en pos éstos son los baharís; éstos son otrosí muy buenos falcones, et caçan con ellos todas las caças que caçan con los nebís; et usan al tienpo de agora de matar con ellos las grúas (...) Et en pos éstos son los bornís; et son buenos falcones pero, [por]que no son muy ligeros, usa caçar agora con ellos liebres et perdizes; et destos ay dos naturas; los unos son de aquén mar, los otros de allén mar; et a los de aquén mar llaman bornís, et a los de allén mar llaman alfaneques (...) et son a[l]taneros (...)

los más de los girifaltes que vienen a este sennorio de Castiella non an meester de amansar (...) Ca los traen de luengas tieras et bienen luengo tienpo sobre mar (...) et los que vienen por tiera, tan luengo camino andan con ellos que, cuando acá llegan, son mansos asaz (...)

(...) los sacres que vienen a esta tiera son de dos maneras: los unos traen por mar et los otros toman andando bravos. Et los más tómanlos cerca de Toledo en una tierra que llaman Almozóndigan (...) Pero aún son más grandes et más fermosos los que toman en tiera de Salamanca, en la rribera de Araduey et en los enzinares de Mayorga et Vilalpando (...)

En esta tiera se toman los baharís en los nidos (...)

(...) dize don Johan que de la conosçençia nin de la caça de los bornís nos se entremete nin se paga mucho (...)"

De la misma manera lo hará el Canciller Ayala:

"Falcones entre los cazadores comunmente son llamados seis plumajes, ó seis linajes de ellos, que es á saber: neblís, baharís, girifaltes, sacres, bornís, alfaneques. De tagarotes non facen mencion aparte, porque son acordados por baharís (...)

Et debedes saber que en todas las tierras de cristianos, salvo en España, son llamados estos seis plumajes por sus nombres, ca el girifalte llaman así por su nombre girifalte, mas non falcon, et al sacre dicen sacre, et al borní et al
alfaneque llámanlos laneros. Et á estos todos non los llaman falcones, antes dicen que son villanos, así como quien dice falcones bastardos, ó fornecinos, et solamente al neblí, et al baharí llaman falcones et gentiles, ca han las manos grandes, et los dedos delgados (...)"

La evidencia de esos cambios en la práctica cetrera será la que induzca a D. Juan Manuel a decir que:

"si alguna cosa viere daquí adelante que se mude o se faga mejor et más estrannamente, que así lo (fare) [fará] escrivir."

6.- Montero y/o cetrero

Hay otra cuestión. Puesto que los reyes y nobles se adiestraban en la práctica de la caza, tanto venatoria como
cetrera, sería interesante establecer la relación que pudo existir, por una parte, entre el hombre de letras y el cetrero, y, por otra, entre el hombre de armas y el venador o montero, habida cuenta que, como ya he dicho, son ejercicios y técnicas distintas. Esta relación/oposición puede establecerse teniendo en cuenta que un "hombre de letras" como el Rey Sabio parece mostrar su preferencia por la cetrería. Bástenos tomar como ejemplo su obra más personal, las Cantigas de Santa María, para llegar a esa conclusión: de las 11 composiciones en las que el tema de la caza está presente, 6 son de tema cetrero y relatan ciertos hechos acaecidos al propio monarca, a su hermano D. Manuel o a otros caballeros de su séquito cuando practicaban ese arte; sin embargo, en las 5 restantes se hace referencia al oficio de montero o al mester del monte sin detallar acción alguna.


El mismo caso sería el de Don Juan Manuel, quien consideraba la cetrería como el "arte de cazar", mientras que la "caça de los venados que se caçan en el monte" era el "arte de benar". No obstante, el interés del Infante por la cetrería puede tener una explicación: es posible que una de las causas fuera la admiración que don Juan Manuel sintió durante toda su vida por su padre el infante D. Manuel, hermano del Rey Sabio. Pensemos que aquel insigne cetrero murió cuando el autor del Conde Lucanor sólo tenía un año y, por tanto, no sería extraño que su hijo decidiera continuar la tradición paterna, a juzgar por sus palabras:

"Et dize que él oyó dezir que don Manuel era el mayor caçador et que más aves traya. Et que jurava el infante don Johan que dexara una vegada al rrey don Alfonso et a don Manuel con él en Sevilla, et que tenía y don Manuel consigo muchos falcones; et el infante don Johan viníase para Castiella, et quando llegó a Medellin, que falló y Çient et sesenta falcones de don Manuel que estavan y de morada caÇando, porque es buena tiera de caÇa; et estos eran de más de los que él tenía en Sevilla (...)"

La Cantiga 366 recoge también esa afición del citado Infante:

"[E] enquant' el guareçia, Don Manuel, seu yrmâo,
vêo y e foy enfermo; e pois guariu e foi sâo,
fillou-sse con seus falcoês que mudara no verâo
a caçar, que é dos viços do mundo un dos mayores.
A que en nossos cantares nos chamamos Flor de las flores...

E ind' a aquela caça, levou poucos cavaleiros,
mais levou outra gran gente de mui bôos falcôeyros
que levavan seus falcôes de garça, e ar grueyros;
mais ante que se tornasse perdeu ûu dos mellores,
A que en nossos cantares nos chamamos Fror das frores..."


Otro ejemplo lo tenemos en el Canciller López de Ayala, según se desprende de la semblanza que hace de él Fernán Pérez de Guzmán:

"Amó mucho la çiençia, diose mucho a los libros e estorias (...) e con esto grant parte del tiempo ocupava en el ler e estudiar, non obras de derecho sinon filosofía e estorias (...) El ordenó la estoria de Castilla desdel rey don Pedro fasta el rey don Enrrique el terçero. Fizo un buen libro de la caça, que él fue muy caçador, e otro libro, Rimado del Palaçio (...)"

Esto nos lleva a afirmar con Menjot que "para los Grandes como D. Juan Manuel, no puede ser exagerado decir que la cetrería representa un entrenamiento para la política la cual es, para ellos, un gran asunto y donde las maniobras, los cálculos, las astucias, tienen una considerable importancia al lado de los grandes golpes de espada".

Es evidente que la afición de estos tres doctos personajes contrasta con la de Alfonso XI, quien supo combinar
perfectamente el ejercicio guerrero (murió en el cerco de Algeciras) con el de la venatoria o montería; a él se debe "la obra más antigua y más completa" que sobre el arte del "mester del monte" se escribiera en la Edad Media, el Libro de la Montería:

"Et por que Nos tenemos que entre todas/ las caças que pueden ser que la ca-/ça de los venados, que es la mas noble,/ et la mayor, et la mas alta, et la/ mas cauallerosa, et de mayor/ plazer, mandamos fazer/ este libro de todo lo que per-/tenesçe a ella (...)"

"La quarta rrazon por que de-/zjmos que es de mayor plazer es/ por que en todas las otras caças/ non es el plazer saluo en la uis-/ta et en fablar en ella. Et en/ la caça de los venados es el plazer/ en el oyr, et en ver, et en el fablar/ et en el fazer. Ca çierto ma-/yor plazer toma omne en lo que/ el faze por sy que non en verlo fazer a otre. Et en esta en-/tendemos que es el plazer doblado (...)"


Sus buenas dotes de cazador las destaca Rodrigo Yáñez en el Poema de Alfonso XI:

"Compañero graçioso,
real, ssin mala codiçia,
cavallero muy fermosso,
peso igual de justiçia.
Caçador, real montero,
muy fiel batallador,
en lidiar fuerte braçero,
de espada bien feridor. (...)"


Otro ejemplo de gran montero lo da Fernando del Pulgar en su obra Claros varones de Castilla cuando dice que Enrique IV

"Era grand montero y plazíale muchas vezes andar por los bosques apartado de las gentes (...)"

7.- El factor geográfico

Otro elemento que en cierta medida determinaría la preferencia por una u otra práctica sería el geográfico. La venatoria, la considerada caza mayor se practica en el monte, en los roquedales, en la espesura de los bosques; por el contrario, la cetrería se ejercita en lugares húmedos, riberas de los ríos o llanos donde abundan las aves de presa. La Cantiga 366 es un buen ejemplo:

"(...) perdeu ûu dos mellores, (...)
Que se foi da outra parte d'Aguadalquivir voando,
de guisa que foi perdudo. (...)

Poren mandou o infante que fossen aperçebudos
seus falcôeyros, e logo fillou dos mais sabedores (...)

E foi con eles a caça ao Châo de Tablada,
en dereyto da aldea que Coyra éste chamada;
e viron da outra parte, no Exarafe, coitada
hûa ave que tragia un falcon dos montadores (...)"


Asimismo, en la Crónica de don Pedro se cita otro lugar de la actual provincia de Sevilla:

"Otrossy en esa semana acaesçio que, andando el rey a caça çerca de Vtrera, lugar de Seuilla (...)"

zona de la campiña sevillana referida en el Libro de la Montería:

"La Xara de Utrera es buen/ monte de puerco en yuier-/no. Et non ay bozerja ninguna por/que es la tierra llana, saluo que va-/yan dos de cauallo con cada bus-/ca et que oyan los canes; et fazien/do esto seguiendo el venado pue-/de lo ay matar, por que es la tierra/ buena de andar".

8.- La caza y el derecho

Tras la conversión de la montería y la cetrería en una de las principales actividades recreativas de las clases nobiliarias, su práctica se hizo más complicada y la organización más compleja, lo que originó, por una parte, que en la primera mitad del siglo XIII se legislara sobre ella, regulándose mediante disposiciones y leyes los derechos y deberes de cada uno de los sujetos que de algún modo podían intervenir en ese ejercicio, al tiempo que se ordenaba la forma y lugares reservados a tal fin. Un buen ejemplo de ello lo encontramos en el Fuero de Soria:

"Sj algunos venadores o caçadores, quier sean cavalleros, quier otros omnes, osso o ciervo o otro venado o otra cosa que sea de caça levantaren, otro ninguno, quier sea caçador o venador, quier no, non lo tome, mientre aquellos que lo levantaron fueren en pos del. Mas sj el venado o la caça fuere qujta dellos fuere en su saluo, maguer sea ferjdo, cualquier que lo matare esse lo pueda auer"

y también en el Ordenamiento otorgado al Consejo de Burgos, en el que se establecen severísimas penas para el individuo que no lo respete:

"Otrossi mando en razon delos açores, que non tomen lo[s] hueuos alos açores, nin alos Gauilanes, nin alos falcones. Et que non saquen nin tomen açor nin Gauilan del nido fata que sea de dos negras (...) Et que nenguno non sea osado de sacar açor nin falcon nin Gauilan de mios regnos si non fuere con mio mandado. Et el que sacare qual aue quiere destas delos Regnos, que peche el aue doblado, et peche demas en coto por cada aue .C. morabetinos. Et el que tomare açor o falcon o Gauilan, o hueuos contra este mio coto sobredicho, quel corten la mano diestra. Et si otra uegada gelo fallaren quel enforquen. Et si non ouiere el coto sobredicho, que yaga en mi prision quanto fuere mi merçet".

Por su parte, Alfonso X en la Partida III, Título XVIII, incluye dos leyes sobre este particular: la número 17, en la que se trata de "como el home gana el señorío de las bestias salvajes e de los pescados luego los prende", y la 21, de
"Cuyo deve ser el venado que va ferido e viene otro e préndelo".

Posteriormente, en el Libro de la Montería (1350), se "fabla del Ordenamiento del Fuero de la libertad de los derechos que deuen auer los monteros", al tiempo que se precisan las formas de correr el monte:

"es en dos maneras: la pri-/mera es de vn señor, o vn cauallero,/ o vn escudero que corre monte con su con-/paña et es él el mayoral del mon-/te; la segunda manera es de dos o/ tres escuderos, que se ayuntan en/ vno et correr monte a compañja (...)."

Es evidente que en este caso se trata de un fuero particular, específico para la práctica del mester del monte:

"Otrosi, quan-/do acaesçiere que dos monteros fue-/ren a vn venado para lo ferir et el/ vno d'ellos fuyese non queriendo ayu-/dar al otro su conpañero, que si le fue-/re prouado por otro alguno que lo/ fizo asi, que non aya ningunt derecho/ del venado. Et de mas, que non se a-/siente por vn mes a comer con los/ otros monteros en cuya conpaña/ andodiere."

En el s. XV será Juan II quien regule el número de monteros dependientes de la Corona:

"Aunque en tienpo de los Condes de Castilla, y de los Reyes que en ella sucedieron, hubo grande número de Monteros del servicio de la Casa Real, no hallamos ley particular que dellos haga memoria despues deste libro [el de la Montería de Alfonso XI], hasta el tiempo del rey Don Juan el Segundo, el cual, á pedimiento del reino, estableció ley de número dellos, que dice así:

< y mandamos, que para nuestros deportes y ejercicios de montería haya doscientos y seis monteros, que sean hombres espertos, acostumbrados en el oficio suficientes, y non sean de los que tratan oficios de sastres, zapateros, nin mercaderes, nin otros semejantes, nin sean labradores, y sean puestos y tomados en las tierras donde Nos acostumbramos usar monte>>."

además de ordenar las "franquezas y libertades de los Monteros":

"Las preeminencias y franquezas de que gozan en Castilla los monteros del Rey, como consta por las leyes del Reino, que sobre esto disponen, son todas aquellas de que gozan en España los fijosdalgo, y asimismo, que por todo el Reino, por doquiera que pasaren con sus lebreles, puedan correr y visitar todos los montes, sin que nadie les ponga impedimento, y los corregidores de las ciudades, villas y lugares por donde pasaren, estén obligados á darles aposento, sin les llevar por ello cosa alguna, y bastimentos á precios justos y moderados, y les sea hecho buen tratamiento, como á criados de la Casa Real".

Puede decirse que, de forma general, en la Edad Media, el derecho sobre la caza combinaba cuatro series de argumentos: la primera relativa al derecho público (prerrogativas del estado en las que se determinaban los derechos y obligaciones generales); la segunda correspondía al derecho privado (propiedad del suelo, animales, etc.); la tercera se introduce con las reglas feudales (bando señorial, etc.), y la última competía al derecho consuetudinario, por cuanto se mantienen las prerrogativas de algunas comunidades orgánicas, como eran los derechos adquiridos mediante fueros, etc.
María Isabel Montoya

(Universidad de Granada)

BIBLIOGRAFIA


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CETRERÍA Y CAZA MEDIEVAL

Cetrería : El arte de dar caza a animales silvestres mediante el uso de Aves de Presa entrenadas para ello”. En la península Ibérica, este noble arte fue introducido por los pueblos germánicos que llegaron del norte (los visigodos), que practicaban la caza o modalidad del bajo vuelo con Accipiteres (es decir, con Azores y Gavilanes) sin caperuza. De hecho el vocablo “cetrería” tiene que ver con el azor, ya que “azor” deriva del latín “astur” o asturias que significa tierra de azores (en referencia a los famosos azores asturianos) y la palabra “cetrería” de “acetrería” que no es otra cosa que el término medieval con el que se designaba al “acetrero” o “azorero” que practicaba el bajo vuelo.

Posteriormente con la invasión musulmana, llegaron los halcones y la introducción al uso de la caperuza, que es indispensable para el comienzo del adiestramiento de estos y que con su uso los árabes perfeccionaron, favoreciendo que los Halcones se utilizaran más que los Azores. Durante la edad media, la cetrería, que en un principio fue concebida como un medio de subsistencia, siendo empleada por las clases bajas para obtener alimento capturando animales mediante el uso de rapaces, fue pronto absorbida y quedó relegada al uso exclusivo de la nobleza y de las clases altas de la sociedad que vieron en las aves nobles una peculiar forma de destacar su rango social y de practicar una forma exclusiva de caza. Puede decirse que esta época fue la más importante, ya que durante la edad media resulta casi imposible marcar algún hecho histórico en el que no se mencione de algún otro modo a las aves de cetrería. Así, cabe resaltar el hecho de que el precio por la independencia de Castilla fue un Azor. También en el poema de Mio Cid se narra que, en el momento de partir para el destierro, el héroe castellano Rodrigo Díaz de Vivar ‘El Cid’ lloró ante la pérdida de sus preciadas aves soltadas antes de su destierro.

Las cruzadas fueron un evento importante para la cetrería al igual que otras batallas, ya que en éstas se desarrollaban treguas para que los nobles pudieran volar a sus halcones, inclusive si alguno de esos halcones era capturado o se posaba en territorio enemigo el rescate para ponerlo en libertad podía ser superior al precio de 500 prisioneros. Son muchos los monarcas aficionados a la cetrería ya que entonces era un deporte de la nobleza, algunos como los Reyes Católicos, y Alfonso X ‘El Sabio’ quien recomendó en sus famosas ‘Partidas’ la caza y la cetrería como actividad más adecuada para los reyes y nobles.

En aquellos días, el tipo de halcón, que portaba un hombre en su muñeca cuando iba de caza, denotaba su categoría o rango. De tal manera que un rey llevaba un halcón gerifalte; un conde, un halcón peregrino, un burgués hacendado, un azor y un sacerdote, un gavilán; los peones cazaban con aves de presa, para llevar alimento a sus casas, aunque
esto estaba prohibido por los reyes.

Hacia finales de la edad media, el arte de la cetrería empezó a declinar coincidiendo con la aparición de las armas de fuego, aunque no desaparecería hasta el siglo XIX, donde solamente sería practicado en grupos pequeños en Alemania, Portugal, el Reino Unido y Francia., desapareciendo por completo hasta el siglo XX en la mayoría de estos países, excepto en el Reino Unido.

El libro de la caza de las aves, de Pero López de Ayala; el Libro de cetrería de caza de azor, de Fadrique de Zúñiga; y el Libro de cetrería, de Luis Zapata, son algunas de las obras medievales sobre cetrería más importantes de la historia de este arte. En el siglo XIV el infante de Castilla Don Juan Manuel, señor de Peñafiel, escribió el libro de la caza, basado principalmente en la cetrería árabe.


Si la cetrería tuvo una época dorada, desde luego esa fue la Edad Media. A lo largo de los 1.000 años que abarca este período histórico, y en especial lo que se conoce como la baja edad media, más o menos desde el siglo X hasta el XV, la caza con halcones y azores disfrutó de su mayor auge y difusión.

No se sabe a ciencia cierta cuándo ni dónde se inició la cetrería en Europa. Lo que sí es cierto es que los pueblos germánicos la practicaban y le tenían un gran cariño y aprecio a sus aves de caza. En las Leyes Burgundias otorgadas bajo el reinado de Gundobad (500 – 505 d. C.) la pena por robar una ave de cetrería era que el ladrón debía de dar seis onzas de carne de su propio pecho para alimentar al ave, o en su defecto pagarle al dueño seis sueldos y pagar, además, una multa de otros dos. A decir verdad, las leyes medievales sobre las aves de cetrería eran terribles para los que las infringían.

En el Fuero viejo de Castilla se cuenta una fazaña en la que un hombre mató un azor que le robó una gallina, y le costó a él la vida: Esto es por fasannia de don Diago Lopes de Faro: andaua a caçar en Bilforado e vn astor en Varrio de Vinna tomo vna gallina. Et vino el gascon e mato el astor, e mandol’ don Diago prender et asparle en un madero; e
pusieron le al sol aspado e que souyesse y fasta que muriesse.

Pero en la EdadMedia todo no era tan cruel, como se nos hace creer, y la cetrería tenía su aspecto amable y cortés, pues la cetrería no era una actividad que practicara un cazador en solitario. Si creemos a don Juan Manuel, y no hay motivos de dudar desu veracidad, para hacer buena caza y cumplida eran necesarios dieciocho halcones (Libro de la caza, cap. XI, final), lo cual suponía un buen número de gentes además de los cazadores, halconeros, ojeadores y otras compañas, entre las que se encontraban las damas, pues éstas también gustaban de cazar.

Estas partidas de caza favorecía encuentros amorosos. O, como ocurre en la Celestina, la huída del halcón de Calisto, propicia que éste entre en la huerta de Melibea y la conozca y se enamore de ella. De esto más sabemos por la literatura que por la historia, como, por ejemplo, de cómo pasaba el día una dama francesa en el siglo XV, Jean de Bellengues, dama amiga de Pero Niño, de quien se nos cuenta en El Victorial que: Desde que se levantava de dormir, iva a cavalgar, e los donzeles tomavan los gentiles, ella tenían conçertadas las garzas. Poníase la dama en un lugar, y tomava un falcón gentil en la mano. levantava[n] los donzeles, e lançzva ella su falcón tan donosamente e tan bien que nonpodía mejor ser. Allí veríades fermosa caza y gran plazer; allí veríades nadar canes, e tañer atanbores, e rodear señuelos, e damiselas e gentiles-honbres por aquella ribera, aviendo tanto plazer que se non podría dezir.

La cetrería fue un deporte, por emplear un término actual, que era básico en la educación de todo caballero medieval. Todas las obras medievales que tratan de la educación de los caballeros, nobles y príncipes hablan del papel fundamental que juega la caza en su educación. Para el Príncipe don Juan Manuel, según nos cuenta en su Libro de los estados, era tan importante como las lecciones de gramática, por lo que el joven noble debía pasar la semana “eyendo salvo el día del domingo … [que] no se deve ni leer ni ir a caza. Esta educación se impartía a los nobles desde la más tierna infancia, y así Juan Manuel dice que si fuere de hedat que pueda andar a cavallo et sofrir la fortaleça del tiempo, non deve dexar, por fuerte tienpo que faga, de ir a caça en cavallo [...] et quando andudiere a caça, deve traer en la mano derecha lança o ascoña o otra vara; et en la isquierda deve traer un açor o un falcón. et esto deve fazer por acostumbrar los braços: el derecho, para saber ferir con él, et el isquierdo, para usar el escudo con que se defienda [...] et deve poner espuelas al cavallo, a vezes por lugares fuerte, et a vezes por llanos, por que pierda el miedo de los grandes saltos et de los lugares fuertes et sea mejor cavalgante.

Pero, como con todo lo humano, hubo abusos. No en vano, el rey Alfonso X en una de sus Cantigas de Santa María llegó a decir que la caza era uno de los mayores vicios. Hasta tal extremo se llegó que, a mediados del siglo XV español, un descnocido autor llamado Evangelista escribió una fortísima sátira sobre la cetrería, tanto de cazadores como de sus aves. A principios del siglo siguiente un escritor aragonés, Fernando Basurto, publicó un librito titulado Diálogo del cazador y del pescador (Zaragoza: George Coci, 1539) en el que recriminaba a un joven cazador de azor por su malhadada actividad, de la que no sacaría nada bueno. Además, que castellano no recuerda cómo obtuvo la independencia el conde Fernán González del rey de León, por el deseo de tener un azor y un caballo, Castilla obtuvo su independencia de León, tal y como lo narra el Poema de Fernán González.

CAZA MEDIEVAL

La caza fue una de las distracciones favoritas de los soberanos, de sus cortes y de la aristocracia. Era diversión y ejercicio principal.

Abundaba la caza mayor, que se realizaba a caballo, con lanza y con perros, criados y escuderos. Los jabalíes se cazaban con lanza desde el caballo. El origen de la caza mayor se remonta a los tiempos remotos, pero el de la cetrería sería medieval en lo que se refiere, al Mediterráneo y a las regiones de Europa.

La evolución natural de la caza sería: desde la montería o caza de fieras a la caza de aves o cetrería. Lo común era que se les preparase un andamiaje desde donde podían contemplar el desarrollo de la cacería.
Con el tiempo, la legislación ampliando los derechos señoriles les dio en exclusiva el derecho de cazar en los montes y de perseguir a las fieras

// -caza cortesana. -a caballo, con lanza y perros. -jabalíes, ciervos y osos. -cetrería con halcones, águilas..
// -zonas de caza exclusiva: -solo los nobles cazaban. -acompañados de monteros, ballesteros y halconeros.

Como la cetrería era muy minoritaria, debido al alto coste de mantenimiento de halcones peregrinos, alcotanes, esmerejones, azores y gavilanes, la montería con “grandes lebreles” sobre osos, jabalíes, venados y lobos alcanzó un puesto dominante durante el Medievo. Especial relevancia tenía la caza del oso en el reino de Asturias, pues éste se rastreaba con perros y ojeadores hasta que le acorralaban los lebreles y era abatido a ballestazos.

Respecto a las armas de caza, en el siglo IX a los naturales de la isla de Mallorca se les atribuye la invención de las ballestas.
En 1180 el Rey Sancho VI de Navarra mandó redactar el “Código de Monterías”.En el año 1255 el rey Alfonso X el Sabio, promulga “el fuero real” en cuyos apartados 16 y 17 se ordena “no se tomen los animales salvajes mientras el cazador vaya tras ellos”. Escribió una obra titulada “Código de las Siete Partidas” en la que cabe destacar “la caza es el arte o sabiduría de guerrear y de vencer”. Tanto en el Código como en el Fuero de Soria, la fauna de caza, en terrenos de propiedad privada, pertenecía al dueño de la finca.

TECNOLOGÍA DEL SIGLO V AL XV

Algunos inventos ordenados por siglos

Siglo V

Estribo: Los estribos son piezas, generalmente metálicas, de formas diversas que permiten que el jinete de un caballo introduzca los pies en ellas para afianzarse mientras cabalga. Fijados a la silla de montar, permiten una mayor comodidad, tanto para la cabalgadura como para el jinete.
Los primeros protoestribos, consistentes en una cuerda que unía la silla y el dedo gordo del pie del jinete, aparecieron en la India en el límite entre el siglo I y el II a. C. De allí pasaron a China en torno al año 300, donde, debido al clima más frío de la zona, empezaron a atarse alrededor del pie calzado, y no sólo sobre el dedo. Poco después, la cuerda original dio paso al hierro. Desde China el uso del estribo se extendió a los nómadas turco-mongoles de Asia Central, a Corea y a Japón. Los hunos los introdujeron en Persia en el siglo IV y en Europa hacia el siglo V, aunque no hay noticias de su adopción por la caballería imperial romana hasta aproximadamente un siglo más tarde (ya después de la caída de Occidente). A su vez, los árabes lo tomarían de los persas y los bizantinos. Por su parte, los invasores germanos del Imperio romano adoptaron rápidamente el uso de estribos. Ello mejoró la eficacia de sus tropas montadas hasta tal punto que facilitó la derrota en la batalla de Adrianópolis (año 378), del modelo clásico de la legión romana, lo que causó una crisis militar sin precedentes. El estribo, que permitía al jinete luchar con comodidad y maximizaba el impacto de la carga, prácticamente había jubilado al mejor ejército de la historia, y había iniciado una nueva era en Europa: la de la caballería pesada que dominaría los campos de batalla medievales durante más de mil años.
Astrolabio: permitía ubicarse a los navegantes, midiendo la distancia en relación a los astros.
Obtención del azúcar (450): a partir de la caña.
Serigrafía (500 d.C.): se usaba en China y Japón para reproducir textos. Mediante una pantalla de seda se copiaba con tinta una plantilla con el dibujo elegido.

Siglo VII

Ajedrez (600): juego de estrategia.
Pluma (635): las plumas de patos, cisnes, cuervos y pavos se usaban como instrumento para escribir.
Fuego para el ataque (673): un alquimista llamado Calínico inventó una mezcla basada en nafta, nitrato potásico y óxido de calcio, que ardía en el agua. Se la conoció como fuego griego. Este fue disparado por los bizantinos mediante tubos contra los barcos de madera de los árabes que estaban sitiando la ciudad.
Pelota de caucho (700): los mayas hicieron pelotas de caucho, rellenas con fibras vegetales.

Siglo VIII

Herradura (770 d.C.): permitió proteger de las piedras los cascos de las patas de los caballos.

Siglo IX

Destilación: esta técnica, desarrollada por los alquimistas, permitió obtener ácido acético a partir del vinagre. El alcohol se obtuvo en Europa hacia el 1.150, mediante la destilación del vino.
Notación musical: surgió a principios de siglo en Europa occidental.
Cámara oscura (China. 840): instrumento óptico que permite obtener una proyección plana de una imagen externa sobre la zona interior de su superficie. Constituyó uno de los dispositivos ancestrales que condujeron al desarrollo de la fotografía.
Porcelana (851 d.C.): el viajero árabe Soleimán describió vasijas chinas de porcelana.
Imprenta de libros (China. 868): método industrial de reproducción de textos e imágenes sobre papel o materiales similares, que consiste en aplicar una tinta, generalmente oleosa, sobre unas piezas metálicas, llamadas tipos, para transferirla al papel por presión. Aunque comenzó como un método artesanal, era un proceso muy veloz para sus tiempos.
Ya los romanos tuvieron sellos que imprimían inscripciones sobre objetos de arcilla. Entre 1041 y 1048, Bì Sheng inventó en China (donde ya existía un tipo de papel de arroz) el primer sistema de imprenta de tipos móviles, a base de complejas piezas de porcelana en las que se tallaban los caracteres chinos; esto constituía un complejo procedimiento por la inmensa cantidad de caracteres que hacían falta para la escritura china. Sin embargo, la imprenta moderna no se creó hasta el año 1440 aproximadamente de la mano de Johannes Gutenberg.

Siglo X-XI

Pólvora: los chinos la utilizaron para hacer fuegos artificiales y dispositivos de señalización con bajo contenido de nitrato (no explosiva). A Europa llegó a través de los árabes. Hacia el año 1290, Roger Bacon ya conocía sus efectos explosivos. Alrededor del 1320 ya se la utilizaba en cañones y armas de fuego.
Naipes (969): su más remota referencia fue en China.
Ballesta: aunque hay antecedentes de que ya existía en China alrededor del 200 a.C., en Europa apareció por primera vez en el siglo X. Consistía en un arco que se tensaba mediante una manivela con dos manecillas. Con el tiempo, este arco fue de acero y capaz de disparar un dardo corto a más de 320 metros de distancia, que podía penetrar las mallas metálicas usadas por los soldados medievales. Disparaba un dardo por minuto.
Brújula (China-Arabia. 1090): Hay quienes afirman que la brújula es de origen asiático y quienes dicen que es un invento europeo. Pese a lo incierto de su origen, se cree que quizá fue inventada por los chinos un milenio antes de Jesucristo. Su gran aporte fue que permitió la navegación de larga distancia: la brújula indica la orientación de la nave con respecto al norte magnético.
Fue primero una mera barrita de hierro tocada con la piedra imán e introducida en un soporte que flotaba en el agua de una vasija. Más tarde se convirtió en una aguja con el eje de giro, colocada en una caja provista de una rosa de los vientos. A partir del siglo XIV, dicha caja se mantenía en equilibrio mediante la suspensión que hoy llamamos de Cardano.

Siglo XII

Clavecín (1121): instrumento similar al piano, más conocido como clavicordio. Era de cuerda percutida (golpeada).
Timón (1190): esta pieza móvil permitió guiar a las embarcaciones.

Siglo XIII

Arco largo: inventado por los galeses, tenía más de 1,80 metros de longitud y disparaba flechas de 90 cm, las que podían cubrir una distancia de hasta 300 metros. Podía disparar hasta diez flechas por minuto. Fue adoptado solo por los ingleses, lo que les dio una superioridad bélica durante más de un siglo y medio.
Cuadrante (1220): instrumento que servía para la navegación.
Explosivos (1230 d.C.): los chinos utilizaron por primera vez la pólvora como explosivo en forma de bombas destinadas a derrumbar los muros y puertas de las ciudades enemigas. En Europa se usaron alrededor de un siglo después.
Hojalata (1250 d.C.): el hierro estañado se utilizó en Bohemia para la construcción de armaduras.
Lentes: las primeras proceden de Mesopotamia y Creta (3000 a.C.), pero su fin era encender fuego (como lupa) y no auxiliar la visión. En el siglo X, Al Razi escribió varias obras sobre oftalmología, mientras que el físico árabe Ibn Al-Haytam desarrolló en un tratado las propiedades ópticas. A fines del siglo XIII, aparecieron las primeras lentes convexas para ver de cerca, en algún monasterio en Venecia, Italia. En un comienzo fueron lupas que se colocaban sobre la lectura, permitiendo ver las letras más grandes. Después se les agregó un mango. Uniendo dos de estas lupas, se llegó a un lente manual que se denominó "Lentes de Remache", el que se extendió por todas partes. Un siglo después, aparecieron los lentes cóncavos para la miopía (solo se ve a corta distancia).
Cañón (1274 d.C.): los primeros cañones de hierro y bronce se hicieron en China. Su primer uso en Europa fue en el asedio a la ciudad francesa de Metz en 1324. Después se ocuparon en los grandes barcos. Los primeros cañones eran simples tubos provistos de un orificio situado en la culata, por el que se encendía la carga. Probablemente disparaba dardos de hierro, acompañados de un gran estruendo.
Billetes (1294): se imprimía papel moneda en Trabiz, Persia. Además de las primeras versiones del Corán, procedentes de Egipto.

Siglo XIV

Armas de fuego (1326 d.C.): la primera referencia de estas armas en Europa se encuentra en una orden del Ayuntamiento de Florencia, para fundir balas de hierro para armas cortas.
Chimeneas (1347 d.C.): una inscripción en Venecia, Italia, indica que un terremoto destruyó las chimeneas.

Siglo XV

Pinturas al óleo: esta técnica, basada en el uso del aceite como aglutinante, fue creada y difundida por una corriente de pintura medieval originaria de Flandes y conocida como flamenco. El óleo permitió un mayor colorido y minuciosidad que el temple (pigmentos mezclados con agua y huevo), utilizado hasta entonces. Los pintores flamencos más destacados fueron los hermanos Jan y Hubert van Eyck, Roger van der Weyden y Gerard David.
Tornillo (Alemania. 1405): Los primeros antecedentes de la utilización de roscas se remontan al tornillo de Arquímedes, desarrollado por el sabio griego alrededor del 300 a. C., empleándose ya en aquella época profusamente en el valle del Nilo para la elevación de agua.
Durante el Renacimiento las roscas comienzan a emplearse como elementos de fijación en relojes, máquinas de guerra y en otras construcciones mecánicas. Leonardo da Vinci desarrolla por entonces métodos para el tallado de roscas; sin embargo, éstas seguirán fabricándose a mano y sin ninguna clase de normalización hasta bien entrada la Revolución Industrial.

VESTIMENTA MEDIEVAL - LOS VASCOS

La historia sorprende ya a los vascos poseyendo pieles, telas o tejidos, cuerdas, cintas, vendas, hilos, redes, agujas, alfileres, brazaletes, hebillas, collares, correas y abarkas además del vestido. La palabra apaindu significaría ataviarse y quizá, también, calzarse.

De la época romana y cartaginesa se poseen pocas noticias. Parece ser que el vasco usaba calzón sesgado sujeto por medio de cintas a las rodillas, pequeño manto de lana negra sobre la espalda y calzado de piel de cabra. Su cabeza, siempre descubierta, y su cabello, largo, sujeto por una redecilla de hilo. Sus armas de combate eran la ezpata "espada", aizkora "hacha", gezia "flecha", el chuzo y la guadaña.

La ballesta se empieza a usar en el siglo X. (Labayru, Hist. de Bizcaya, I. p. 630). No se hubiera sabido nada sobre la vestimenta vasca en la alta edad media a no ser por un pasaje de Aimonio, consignado en el lib. 5, cap. 2. Se refiere la escena al año 785. Cuenta cómo el joven Ludovico se hallaba en la Aquitania y cómo el padre recelaba que pudiera aprender las costumbres de aquellas gentes. Para evitarle le llamó para que abandonara la Aquitania y fuera a hacerle compañía. Ludovico obedeció presentándose ante su padre Carlomagno vestido al uso de los vascones y acompañado de otros jóvenes de la misma edad vistiendo el mismo traje, que se componía de una túnica exterior redonda, camisa de mangas sueltas, calzones largos, calzas con espuelas y una lanza arrojadiza en la mano. El texto es éste: Cui filius Ludovicus, pro sapere et posee obedienter parens, occurrit ad patris proesentiam, habitu Vasconum cum cooevis sibi pueris indutus, amiculo scilicet rotundo, manicis manisioe diffusis, cruralibus distentis, calcaribus caligis insertis, missile manu ferens. Su hijo Ludovico, que le prestaba obediencia según su saber y poder, le sale al encuentro para presentarse a él, su padre, vestido a la usanza de los vascos como los niños coetáneos a él, es decir, con una túnica corta, ceñida y redonda en su remate inferior, con las mangas extendidas por las manos, con perneras [calzas] extendidas [largas], con botas rematadas con espuelas, llevando en la mano una lanza.

El peregrino Aymeric Picaud, del siglo XIII, nos dice que los vascos visten al uso de los escoceses... "de paños negros y cortos que bajan solamente hasta las rodillas y usan de un calzado que llaman lavarcas, hechas de cuero peludo, esto es, sin curtir, y las atan con correas alrededor del pie, cubriendo solamente las plantas y dejando desnudas las bases. Usan de unas capillas negras de lana, largas hasta los codos, en forma de aletas frangeantes, a las que llaman saias. A donde quiera que salga el navarro o vasco, pende del cuello un cuerno, a usanza de cazador, y suele llevar en la diestra dos o tres auconas" (flechas). En la Edad Media usaban una túnica exterior redonda, sujeta por un cinturón, camisa de larga manga y suelta,. de las llamadas perdidas, y calzón. Los infantes o peones montañeses vestían pieles de oso o de cabra en forma de saco sujeto con cinturón. Según Marineo Siculo, los vizcaínos, aunque pocos, usaban yelmo con penachos y cota, pero este abrigo y defensa parece privativo de los caballeros y jefes de mesnada. Esta armadura se habría generalizado y extendido a los peones a partir del siglo XIII, en el XIV.