Así pues y casi como un reloj nos encontramos los tres grupos en la riera de Moyuela donde se tenia que montar el campamento, lo que hicimos rápidamente tras los saludos de costumbre. Descargamos los vehículos y en un plis-plas montamos un pabellón medieval, otro con dos mástiles, dos tiendas normandas y un enorme toldo que nos protegía del intenso calor.
Con esto llegó la hora de comer y así lo hicimos, compramos kebabs y refrescos en una jaima y a la sombra del toldo del campamento dimos buena cuenta de ello. Cafés y espirituosos en el bar y a preparar las actividades de la tarde.
La tarde para nosotros estaba centrada en dos actividades, participar en el pregón medieval y desfile posterior y en organizar el tiro con arco. Para lo primero nos pusimos nuestras mejores galas, de arqueros nosotros, de nobles, caballeros y damas el resto de compañeros. Y así de tal guisa escucha emprendimos un corto desfile al que se unieron nuestros buenos amigos caspolinos de los Heráldicos de Caspe quienes con sus trompetas y tambores nos condujeron hasta la plaza del pueblo dónde nuestro compañero Enrique de Caragoça, esta vez convertido en inquisidor mayor, leyó el pregón con su inimitable estilo y dio inicio a las fiestas.
Seguidamente desfilamos por las calles del pueblo y a la comitiva se unieron el alcalde y los lugareños.
Una vez acabado esto montamos nuestra zona de tiro con arco al lado del campamento. Construimos un muro de paja con la finalidad de parar las flechas, montamos nuestros arcos de iniciación para que con ellos tanto niños como mayores puedan probar la sensación de tirar con arco. Inflamos globos que utilizaríamos como diana y preparamos la mesa con la que nuestro escribano otorgaba diplomas a los mejores tiradores.
Paralelamente a nuestra actividad los compañeros de Fidelis Regi y A.C.H.A. montaron una exposición de armas, llena de cascos, espadas, mazas, vestuario, etc. y un taller de esgrima que hizo las delicias de cuantos participaron y en tan buen ambiente nos sorprendió la llegada de la noche. Desmontados nuestros talleres no dirigimos al pabellón deportivo del pueblo dónde cenaríamos con los músicos y los habitantes del pueblo. Acabada la cena se hicieron actuaciones, sorteos y un bingo. Una de ellas fue la del compañero Carlos "Corronchos" y su palo de fuego.
Seguidamente se subió en procesión de antorchas hasta la ermita del pueblo dónde el benedictino monje Enrique de Caragoça para gozo de los presentes contó, al igual que hiciera en edición anterior, una serie de cuentos e histórias medievales. Acabado esto y ya en el campamento, poca cosa más, charlas a la luz de las velas, risas, y finalmente a dormir.
Horas más tarde amaneció el domingo y después de desayunar se unieron a nosotros algunos arqueros del grupo aragonés de Arcomedievo. El acto del día era una misa en la iglesia y a su salida en la plaza y de manos del inquisidor Enrique de Çaragoça y sus secuaces se harían confesar mediante algunas torturas a los que fueron acusados el día anterior de brujería y otras barbaridades propias de la Inquisición.
Finalizado esto nos dedicamos a la arquería para divertirnos un poco junto con los arqueros de Arcomedievo que vinieron a pasar la mañana con nosotros, tirar algunas flechas y probar los arcos de fabricación propia para pasar ya seguidamente a la comida, desmontaje de campamento, despedida de los amigos y regreso a nuestras casas
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