28 de juliol 2010

BAÑOS Y NECESIDADES FISIOLOGICAS EN LA ÉPOCA MEDIEVAL

¿Cómo era la higiene de las personas en la edad media europea? ¿a qué olían las ciudades, las casas y las personas de esa época?

Hasta hace muy poco tiempo los europeos eran conocidos por su falta de baño y los olores que desprendían. Quién no recuerda el dicho “hueles a francés”, utilizado para expresar que una persona desprendía un tufo desagradable derivado de falta de baño.

Según se ha podido constatar esta costumbre afortunadamente ha cambiado. Sin embargo, si hasta hace unos años eran conocidos por su falta de limpieza, lo más lógico es pensar que los europeos de la edad media más bien se caracterizaban por “oler a francés”. No me sorprendería que esa fuera una de las causas de que la industria del perfume se hubiera desarrollado tanto en ese país. Para su descargo yo argumentaría que, al menos en los países del norte de Europa, en la época medieval tener un baño en invierno implicaba un desafío a la muerte.

Al parecer, a la caída del imperio romano decayó la costumbre del baño y muchas otras relacionadas con la higiene, aunque se mantuvo durante algún tiempo. Sin embargo, conforme transcurrió la edad media las ciudades europeas se transformaron en asentamientos humanos fétidos e insalubres, que fueron fértil caldo de cultivo de catastróficas pandemias.

Como este post no tiene ánimo académico ni de investigación profunda, decidí recopilar y editar algunos datos curiosos sobre este tema que encontré en la red y que pueden resultar entretenidos. Veamos algunos de ellos:

Baño

La concepción generalizada es que en la edad media las personas no tomaban baños y vivían en un estado de completa suciedad, sin embargo parece que al menos en parte, esto es un mito. Historiadores señalan que durante la mayor parte de esta época existió (al menos en las ciudades) una actitud positiva hacia el baño, al que se otorgaban virtudes terapéuticas, si bien no tanto como ocurría en los tiempos de gloria de la Roma imperial y sus grandes termas.

Los baños públicos florecieron en las grandes ciudades europeas en el siglo XIII, y para el siglo XV ya eran algo normal en pueblos medianos. Contrario a las elaboradas instalaciones de los baños romanos o árabes con grandes albercas comunes de distintas temperaturas, los baños medievales usaban tinajas de madera con agua caliente en las que cabían dos o tres personas.

Baños medievales

De hecho, muchas de las ilustraciones medievales que sobreviven en nuestros días muestran a la gente tomando baños comunales, y algunas otras muestran que también eran comunes las mesas con comida y bebidas junto a las tinas o encima de ellas para comer mientras se tomaba el baño.

Para mediados del siglo XIII, los baños públicos eran tan numerosos en París que los estuviers, o propietarios, formaron su propio gremio. La popularidad de estos baños públicos desencadenó otras actividades. De hecho, la palabra en inglés stew, cuya una de sus acepciones significa burdel, proviene del francés etuves, o baño público. En el siglo XV estos términos eran considerados sinónimos en varias ciudades de la Europa medieval.

El baño era también una parte importante en los rituales de los caballeros medievales. Para su nombramiento, el candidato debía bañarse antes de pasar la noche en oración, con la finalidad de que estuviera corporal y espiritualmente purificado antes de convertirse en caballero.

La actitud de la iglesia hacia el baño no era positiva, lo condenaba ya que lo veía como un lujo innecesario y pecaminoso. Estudiosos también señalan que esa actitud proviene en parte de los primeros cristianos, donde los ascetas y eremitas evitaban el baño como un modo de autoflagelación. Es probable que de documentos religiosos que condenaban al baño es de donde proviene la actual concepción de que la gente de la edad media no se bañaba.

Parece ser, sin embargo, que la sana costumbre del baño se vino abajo de la mano de las grandes epidemias medievales, cuando comienza a pensarse que el agua es la culpable de los contagios entre los cuerpos, porque a través de los poros de la piel se podía acceder a todos los órganos. Empieza entonces la época del baño “en seco”, restringiéndose el uso del agua a manos y cara. Esta situación se mantendría hasta casi el siglo XIX.

Necesidades fisiológicas

La orina humana en la edad media tuvo muchos usos. Esta era recogida en vasijas (dispuestas en las calles y en los rellanos de las escaleras) y se utilizaba en las lavanderías (por su alto contenido en amoniaco). La blancura de las lanas y los linos de senadores, emperadores, reyes, nobles y caballeros procedía de los orines de los pobres, los siervos y los campesinos.

Por muy desagradable que parezca, en la edad media la orina también era empleada para la higiene bucal: los europeos de esa época se lavaban la boca con sus propios orines. Los iberos, por ejemplo, almacenaban su orina en recipientes, la dejaban reposar un tiempo y luego tomaban pequeñas cantidades para su uso como dentífrico. Los romanos adoptaron esta costumbre, aunque como eran un poco más finos, mezclaban la orina con piedra pómez y colorantes para hacer más llevadero el enjuague.

Parece que esta costumbre celtíbera caló hondo en la España de los siglos posteriores. En el siglo XVI el licenciado Francisco Martínez aconseja en su obra Coloquio sobre la Materia de la Boca y Maravillosa Obra de la Dentadura, lavarse la boca con agua fresca por la mañana para templar el color de las encías y luego usar los orines. Cuenta cómo una señora que tenía muy afectada la boca por una piorrea, acudió a varios doctores sin encontrar mejoría a su dolencia. Ante semejante fracaso, un labrador le aconsejó que “tomase a las mañanas los orines”, obteniendo un óptimo resultado, a lo que parece. Pero en esa época la práctica no terminaba de convencer más allá de los Pirineos, como refleja este pasaje de Erasmo de Rotterdam:

“Es preciso ser muy cuidadoso de tener los dientes limpios, pues blanquearlos con polvos es propio de jovencitos. Frotarlos con sal y alúmina es muy perjudicial y servirse de la orina para este propósito es cosa de españoles“.

La Roma antigua, o Córdoba y Sevilla en tiempos de los romanos y de los árabes estaban más limpias que Paris o Londres en el medioevo, en cuyas casas no había desagües ni baños. ¿Qué hacían entonces las personas? Habitualmente, frente a una necesidad imperiosa el individuo se apartaba discretamente a una esquina. El escritor alemán Goethe contaba que una vez que estuvo alojado en un hostal en Garda, Italia, al preguntar dónde podía hacer sus necesidades, le indicaron tranquilamente que en el patio. La gente utilizaba los callejones traseros de las casas o cualquier cauce cercano. Nombres de los como el del francés Merderon revelan su antiguo uso. Los baños vertían sus desechos en fosas o pozos negros, con frecuencia situados junto a los de agua potable, lo que aumentaba el riesgo de enfermedades.