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18 de juliol 2010

LA CAZA EN EL MEDIEVO PENINSULAR

No exageramos si decimos que una de las actividades que mayor placer ha proporcionado al hombre a lo largo de la
historia ha sido la caza. Sin embargo, hablar de ella en términos generales es cuanto menos impreciso puesto que desde la antigüedad, y especialmente durante la Edad Media, esa práctica estuvo determinada por la finalidad que
perseguía el individuo al ejercitarla: bien la utilidad o bien el entretenimiento.

1.- Finalidad de la caza

Se tiene constancia de que en la Edad Media peninsular el sentido utilitario debió al menos ser triple: 1) en la primera etapa de la Reconquista la caza debió contribuir a la alimentación de los ejércitos que estaban en constante movimiento; 2) hay noticias sobre la organización de partidas de caza comunales patrocinadas y dirigidas por los
señores o autoridades competentes para evitar la acción de las alimañas, es decir con éstas se pretendía eliminar los dañinos ataques de los depredadores a las cosechas, al ganado y a las personas; 3) también sabemos que mediante la caza muchos hogares campesinos, conventos, e incluso palacios obtenían buena parte de su abastecimiento así como algún beneficio económico, porque con este tipo de caza "ofensiva" se procuraba un complemento alimenticio a la vez que vestimentario.

En cuanto a la segunda finalidad, la práctica de la caza como entretenimiento, como deporte, es evidente que el
cazador en ese menester no sólo buscaba la diversión, el placer en contacto con la naturaleza, sino también la preparación física necesaria para llevar a cabo con éxito sus compromisos guerreros. Se trataba de una cuestión de
higiene corporal, pues el individuo debía estar preparado -estar en forma, como se diría hoy- para desempeñar las funciones propias de su relevante posición social.

Ciertamente, esa doble finalidad estaba determinada por el tipo de caza que en cada momento se practicara: caza menor, caza mayor o montería y caza con aves o cetrería.

2.- Tipos de caza

1) La considerada "caza menor", en clara referencia a las dimensiones del animal (liebre, perdiz, etc.) y a lo sencillo de su realización, fue practicada principalmente por campesinos y monjes. Se consideraba esencialmente una actividad económica, por cuanto representaba una fuente de ingresos "que permitía equilibrar el balance alimenticio de la familia" y obtener otros recursos económicos.

2) La "caza mayor", "montería" o "venatoria", denominada así por tener en cuenta las grandes dimensiones de los animales (ciervo, oso y jabalí principalmente) que son objeto de persecución, acoso y muerte; ésta se practicaba y practica en los terrenos agrestes de los montes, y debido a la complejidad y el peligro que encierra su práctica sirvió a los reyes y señores no sólo de esparcimiento, sino de adiestramiento y preparación física y moral, como bien se expone en el Libro de la Montería:

"Et la rrazon por que feziemos este li-/bro es por que es berdat que los sa-/bios antiguos, falla-/ron que vna de las cosas por que los/ rreys et los prinçipes et los gran-/des señores podrian mas beuir/ et auer los entendimientos mas/ claros era por catar algunas ma-/neras de plazer en que diesen espa-/çio et folgura al entendimiento,/ et que con esto podrian meior so-/frir el cuydado et el afan del librar (...) Et por esta rrazon, los/ rreys et los grandes señores/ cataron maneras de auer sol-/tura en caçar et en otras maneras en que tomassen/ plazer para dar folgura al/ entendimiento (...)"

3) El tercer tipo, caza con aves, "arte de volatería" o "cetrería", comenzó a practicarse de forma generalizada en la Península Ibérica en la Alta Edad Media, aunque sería en los siglos posteriores en los que alcanzaría su época de mayor apogeo al convertirse en una de las actividades preferidas por las categorías nobiliarias, especialmente por la más alta aristocracia, ya que "para el guerrero medieval, no se trataba sólo de una diversión, sino que su práctica ayudaba a fortalecer el cuerpo en contacto con los cambios atmosféricos: el calor, la lluvia, el viento.."; es decir, en esa práctica el cuerpo jugaba un papel importante al igual que los caballos, los perros y, cómo no, las aves.

Los beneficios que reportaba al caballero esta forma de caza aparecen en el Libro de la caza con aves del Canciller Ayala:

"(...) Et por escusar estos dapnos que vienen al ánima et al cuerpo en estar los homes ociosos, fallaron aquellos que ovieron de criar los fiios de los reyes et de los príncipes et grandes señores, que los toviesen á todo su poder guardados de ser ociosos, et trabajasen et ficiesen ejercicio por sus personas et cuerpos en algunas cosas buenas et honestas, con que tomasen placer sin pecado, sirviéndose et aprovechándose de las cosas que Dios crió et fizo para
servicio del home, segund dicho es. Et entre las muchas maneras que cataron et fallaron para esto, vieron otrosí que era bien que los señores et príncipes anduviesen algunas horas del día, como de la mañana et en las tardes, por los
campos, et mudasen el aire, et feciesen con sus cuerpos ejercicio. Et pues que así andaban, que era bien que hobiese homes sabidores en tal arte, que sopiesen tomar de las aves bravas, et las asegurasen et amansasen, et las ficiesen amigas et familiares del home(...)"

Pero, dejando a un lado la caza menor, practicada con fines económicos, centraremos nuestra atención en las dos
formas que mayor profusión tuvieron y mayor placer proporcionaron a los nobles medievales.

3.- Montería y Cetrería

La importancia de la caza con aves y de la venatoria durante los siglos medievales se evidencia en los testimonios
jurídicos, literarios y pictóricos que han llegado hasta nosotros; documentos que reflejan, por una parte, el conservadurismo propio de una práctica tradicional milenaria (Persia, Siria, Irak, Grecia, Roma, etc.) sujeta, sin
embargo, a normas de organización y comportamiento cada vez más complejas, y, por otra, manifiestan los cambios provocados por las nuevas relaciones sociales y comerciales los cuales incidirán de forma directa en el ejercicio de la caza al introducir otras técnicas, armas e incluso otros animales.

En efecto, aunque fueron los reyes, los señores, los cortesanos y los hidalgos, o sea los individuos pertenecientes a las clases más elevadas, los que de forma continuada practicaron la actividad venatoria y cetrera, eso no significa que sólo ellos intervinieran en las batidas de caza, porque para esos menesteres era indispensable contar con la participación de otros "monteros" o "cetreros" de más baja condición social, y, sobre todo, con la ayuda de los perros y las propias aves cazadoras. Es evidente que esa actividad deportiva exteriorizaba de forma clara la pertenencia al estrato social más alto: en aquella época era impensable, por lo costoso del mantenimiento de hombres y animales, que otros individuos de clases sociales inferiores pudieran practicarla, al menos así lo expone Alfonso X:

"Mañoso debe ser el rey et sabidor de otras cosas que se tornan en sabor et en alegría para poder mejor sofrir los grandes trabajos et pesares quando los hobiere, segunt deximos en la ley ante desta. Et para esto una de las cosas que fallaron los antiguos que mas tiene pro es la caza, de qual manera quier que sea: ca ella ayuda mucho a menguar los pensamientos et la saña, lo que es mas menester a rey que a otro home; et sin todo aquesto da salud, ca el trabajo que en ella toma, si es con mesura, face comer et dormir bien, que es la mayor parte de la vida del home; et el placer que en ella recibe et otrosi grant alegría como apoderarse de las aves et de las bestias bravas, et facerles que le obedezcan et le sirvan, aduciendol las otras a su mano. Et por ende los antiguos tovieron que conviene mucho esto a los reyes mas que a los otros homes, et esto por tres razones: la primera por alongar su vida et su salud, et acrescentar su entendimiento, et redrar de sí los cuidados et los pesares, que son cosas que embargan muy mucho al seso (...)

La segunda, porque la caza es arte et sabidoría de guerrear et de vencer, de los que deben los reyes ser mucho
sabidores; la tercera porque mas abondadamiente la pueden mantener los reyes que los otros homes (...)"

Pero, si bien la venatoria y la cetrería son prácticas obligadas en el proceso de formación de los jóvenes, cada una
tiene su propio código e interés. Y, en efecto, así es en tanto que la venatoria y la cetrería traducen dos estados de ánimo muy diferentes en cuanto a su práctica; la primera constituye un entrenamiento para la guerra, porque "en las cacerías de animales montaraces, en las que se rastreaba, perseguía, acosaba y mataba la presa, se valoraba la destreza del montero, la estrategia de la operación, que era montada con tan exquisito cuidado como si de una acción bélica se tratara, y, especialmente la bondad de los perros, entre los que destacaban en el reino castellanoleonés el sabueso, el lebrel y el alano". Sin embargo, la caza con aves es mucho menos belicosa pues en ella no se adquiere más que la resistencia en la cabalgada. Se trata sobre todo de una distracción llevada a cabo por los aristócratas refinados en la que la ostentación no está en los trofeos conseguidos, sino en las aves de caza que se poseen y en la manera en que han sido amaestradas. Por ello, para su práctica se requiere de todas las cualidades menos de la fuerza bruta: el cálculo para lanzar el ave en buen momento, la paciencia, la prudencia para evitar los peligros naturales, incluso la astucia en la utilización de los vientos.

4.- Orígenes de la montería y la cetrería

Como queda demostrado, son dos tipos de caza bien diferentes, como diferentes son sus orígenes. Mientras la venatoria se practica desde la más remota antigüedad en el occidente europeo (a juzgar por los textos de Jenofonte, de Gratio o de Nemesiano, entre otros), el "arte de la caza de vuelo" se introduce en la Península Ibérica por dos vías en los albores de la Edad Media: la de los germanos y la de los árabes. Sobre esta última Viré afirma: "Transmitida dos o tres siglos al menos antes del Islam, a las tribus árabes instaladas en Irak y en Siria, el arte "del vuelo" venía, de una parte, del nordeste, del Irán sasánida, ... y, de la otra, del noroeste, de los pueblos nómadas venidos de las estepas mongol-altaicas... Bajo el Islam, en la primera mitad del siglo VIII, la dinastía de los califas abasidas de Bagdad vuelven deliberadamente hacia la civilización persa". Por ello es posible "que la mayoría de las aves cetreras sean de la avifauna persa más que de los países puramente árabes". Así, una vez que la caza con aves "se convirtió en uno de los pasatiempos favoritos de la nobleza medieval de la Europa occidental, perfecciona sus métodos al mismo tiempo que elabora su lenguaje propio gracias, no solamente a la gran aventura de las Cruzadas, sino también a las traducciones latinas más que romances de aquellas obras árabes", tales como las de Ghatrif y Moamin, dos autores del s. VIII y IX respectivamente.

En cuanto a la segunda vía, la germánica, si como dice Evans, la cetrería fue introducida en el sur de Francia al final del s. IV y se estableció en el curso de las invasiones de estos pueblos en el oeste de Europa donde conoció desarrollos y mejoras antes del s. XII (los testimonios lingüísticos así lo confirman, como por ejemplo la voz gerifalte); si, por otra parte, la caza de aves se modifica bajo la influencia de la halconería árabe (valga como ejemplo el nombre del halcón exótico sacre); y si, además, es cierto que esta caza estaba dividida en dos géneros según las rapaces empleadas: la "azorería", ya documentada tempranamente y practicada de forma cotidiana pues no se necesitaba más que el empleo de un azor o un gavilán, y la "halconería" propiamente dicha, más impresionante y prestigiosa, de introducción más tardía, es evidente que estamos ante dos evidencias que confirman dos procedencias bien distintas: una meridional y otra septentrional, como bien se recoge en el Libro de las Animalias:

"Et convien que ant que las contemos, que ffablemos en la rrazon por que non podemos aver nin ssaber todas las generaçiones de las aves que caçan; et esto es porque a en cada tierra atales que non las podran aver en otra tierra
nin las pueden connosçer, ca muchas dellas a contra la parte de mediodía que no son ffalladas a parte de sseptemtrion (...)"

o en el Libro de la caza:

"los falcones neblís crian et nacen en la alta Alemania, en una comarca que es llamada Asuega; otrosí en Noruega et en Pruza, et de allí los compran los mercadores, et los traen en las contres de Alemaña, cuando vienen en Frandes, et tráenlos á Brujas, et de allí los lievan por todas las tierras, á París et en Bretaña, et en Henaut, et Inglaterra, et dellos traen en España á los reyes et á los señores que lo encomiendan á los mercadores, cuando alla van á Brujas, et gelos traen (...)

Otrosí, hay falcones neblís, que crian en el Condado de Saboya, en las montañas que son et parten el dicho Condado de Saboya et la tierra del Señor de Milana (...)

Et todos estos falcones salen muy buenos, ca se toman muy lejos de la tierra donde nascen, ca segund todos cuidan, ellos vienen de Nuruega et Pruza et Asuega et de cabo de la alta Alemania, do criaron et nascieron, et vinieron con el paso de las aves, ca en España no fué home que fallase nido de falcón neblí (...)"

Sin lugar a duda, por esa doble vía debió llegar la cetrería a la Península Ibérica, en donde los nobles germanos la practicarían habitualmente y más tarde, con la influencia de los árabes terminaría imponiéndose de forma definitiva; no olvidemos, por ejemplo, que los nombres de las aves cetreras son en general árabes, exceptuando el de gerifalte que es germánico.

Muy distinto es el origen de la caza mayor, pues si bien en los países asiáticos era y es frecuente la caza del guepardo, del tigre y del elefante, esos animales nunca formaron parte de la fauna de los países occidentales, en los que sí abundaron el oso, el ciervo o el jabalí, incluso en zonas en donde hoy día sería impensable, concretamente en
los montes centrales y en los del sur peninsular. Por ello en el último capítulo delLibro de las Animalias se dice:

"E en la fin deste libro avíe un capítolo que fablava de las caças de los moros que an de comer segun su ley, e porque viemos que non pertenecíe a nos, ni nos yazíe en el pro, nol quisiemos trasladar (...)"

5.- Las aves cazadoras

Relacionada con lo expuesto hasta ahora, hay otra cuestión a tener en cuenta: los cambios que de una época a otra
se han dado en este mester.

Es evidente que a lo largo de la historia el arte de la caza ha ido cambiando, bien por el descubrimiento de nuevas armas o porque el animal utilizado fue sustituido por otro "más poderoso y eficaz", como ocurrió en la Edad Media con los azores y los halcones. Esto viene a confirmarlo Pallarés cuando afirma que en lo referente "a las aves de presa, parece que la más utilizada en Galicia fue el azor, animal particularmente adaptado al medio natural del país (...) por las fuertes arrancadas y la caza en terrenos de bosque y matorral. Frente a la presencia masiva del azor, parece que la utilización de halcones y gavilanes no era absolutamente desconocida en tierras gallegas". Ahora bien, aunque ambas aves se utilizaron, ya a finales del s. XIII la caza con falcónidas estaba totalmente generalizada, al menos así lo declara D. Juan Manuel:

"(...) oyó dezir que la caça de los falcones abaneros vino a Castiella después que el sancto rrey don Ferrando, que ganó Alendeluzía, casó con la rreyna donna Beatriz; que en este arte desto dizen que non matavan la garça con
falcones, si non con açores. Et el primero que començó a matar garça con falcones fue un omne bono que dizían don Rodrigo Gomes, de Gallizia; et matá[va]las con falcones bornís (...)"

En realidad el cambio de ave cazadora debió suponer el correspondiente en el ejercicio de la cetrería, a juzgar por las
palabras del Infante:

"(...) Et desta guisa caçauan fasta que nasçieron los fijos del rrey don Ferrando, que fueron muy grandes caçadores (...) Estos usavan caçar en la manera que de suso es dicho. Et agora usan de caçar segund está escripto en este libro (...)"

"[Et por] lo que él (non) [sabe] que se usa en esta arte; et lo que oyó dezir al infante don Johan, que fue muy grant caçador, et a falconeros que fueron del rrey don Alfonso et del infante don Manuel, su padre, cómmo se usava quando
ellos eran bivos, que eran muy grandes caçadores, tovo que él vio commo se mudó la manera de la caça de aquel tienpo fasta (que) este que agora está (...)"

De la forma que fuere, lo cierto es que don Juan Manuel, prototipo de caballero de su época, no duda en mostrar su preferencia y considera mejor ave de caza a los halcones que a los açores:

"(...) dirá en este capítulo por quál rrazón se pone ante la caça et la conoscençia de los falcones que de los azores.

Ya de suso, en el capítulo primero, es dicho que la caça es cosa noble et apuesta et sabrosa (...) Et porque en la de los falcones se faze más conplidamente que en la de los azores, (et) por (que) [ende] la puso don Johan ante en este libro (...)

Et an los omnes muy grant plazer quando veen que la apartan los falcones [[a las grúas]] entre las otras, et cómmo la derriba[n], et commo la faze[n] estar penada, et cómmo acorren los canes a los falcones por la tomar et por la levantar, et cómmo acorren los falconeros et los omnes de cavallo et aun los de las mulas (...) et es muy marabillosa cosa (...)"

Es evidente que el cambio debió ser significativo y afectaría claramente al conocimiento y correspondiente clasificación de las aves de presa, pues si "todos los tratados árabes clasifican las aves de caza en dos grandes grupos: los ojos amarillos son azor, gavilán, águilas y abutardas; los ojos negros son los falcónidas: sacre, perigrino, laniero y esmerejón", y en el Libro de las Animalias se agrupan las aves cetreras por su tamaño -aves mayores y aves menores- y por la forma de cazar, así como en el Espéculo se tiene también en cuenta la naturaleza de las mismas:

"Caçadores y a a aues que sson de muchas maneras. Et a las vnas les viene mas por natura que a las otras, et por esso lo ffazen de dia et osadamente. Et estas sson las aguilas, et los açores, et los ffalcones, et los gaujlanes, et los
esmerijones, et los alcotanes et los Çernigolos.

Et a las otras a quien non cabe caçar derechamjente por natura, porque lo ffazen ascondidamente et como a mjedo, sson estas: los bueytres, et los ffrannehuesos, et los alfforres, et los mjlanos, et los buhos, et las lechuzas et las otras aues que caÇan de noche"

Ya don Juan Manuel da la descripción exacta de cada tipo de halcón al tiempo que muestra sus preferencias al establecer la clasificación de los mismos:

"Ya es dicho de suso que los falcones con que los omnes usan a caçar son de çinco naturas.

La primera et más noble es los falcones girifaltes; et éstos son mayores que todos los otros falcones, et más ligeros (...)

En pos ellos son los sacres; et estos son grandes falcones et matan grandes prisiones (...)

Et en pos los sacres son los neblís, et estos son muy buenos falcones (...) et commo quier que matan muchas prisiones, lo(s) que agora usan de caçar con ellos, es caça de ribera (...)

Et en pos éstos son los baharís; éstos son otrosí muy buenos falcones, et caçan con ellos todas las caças que caçan con los nebís; et usan al tienpo de agora de matar con ellos las grúas (...) Et en pos éstos son los bornís; et son buenos falcones pero, [por]que no son muy ligeros, usa caçar agora con ellos liebres et perdizes; et destos ay dos naturas; los unos son de aquén mar, los otros de allén mar; et a los de aquén mar llaman bornís, et a los de allén mar llaman alfaneques (...) et son a[l]taneros (...)

los más de los girifaltes que vienen a este sennorio de Castiella non an meester de amansar (...) Ca los traen de luengas tieras et bienen luengo tienpo sobre mar (...) et los que vienen por tiera, tan luengo camino andan con ellos que, cuando acá llegan, son mansos asaz (...)

(...) los sacres que vienen a esta tiera son de dos maneras: los unos traen por mar et los otros toman andando bravos. Et los más tómanlos cerca de Toledo en una tierra que llaman Almozóndigan (...) Pero aún son más grandes et más fermosos los que toman en tiera de Salamanca, en la rribera de Araduey et en los enzinares de Mayorga et Vilalpando (...)

En esta tiera se toman los baharís en los nidos (...)

(...) dize don Johan que de la conosçençia nin de la caça de los bornís nos se entremete nin se paga mucho (...)"

De la misma manera lo hará el Canciller Ayala:

"Falcones entre los cazadores comunmente son llamados seis plumajes, ó seis linajes de ellos, que es á saber: neblís, baharís, girifaltes, sacres, bornís, alfaneques. De tagarotes non facen mencion aparte, porque son acordados por baharís (...)

Et debedes saber que en todas las tierras de cristianos, salvo en España, son llamados estos seis plumajes por sus nombres, ca el girifalte llaman así por su nombre girifalte, mas non falcon, et al sacre dicen sacre, et al borní et al
alfaneque llámanlos laneros. Et á estos todos non los llaman falcones, antes dicen que son villanos, así como quien dice falcones bastardos, ó fornecinos, et solamente al neblí, et al baharí llaman falcones et gentiles, ca han las manos grandes, et los dedos delgados (...)"

La evidencia de esos cambios en la práctica cetrera será la que induzca a D. Juan Manuel a decir que:

"si alguna cosa viere daquí adelante que se mude o se faga mejor et más estrannamente, que así lo (fare) [fará] escrivir."

6.- Montero y/o cetrero

Hay otra cuestión. Puesto que los reyes y nobles se adiestraban en la práctica de la caza, tanto venatoria como
cetrera, sería interesante establecer la relación que pudo existir, por una parte, entre el hombre de letras y el cetrero, y, por otra, entre el hombre de armas y el venador o montero, habida cuenta que, como ya he dicho, son ejercicios y técnicas distintas. Esta relación/oposición puede establecerse teniendo en cuenta que un "hombre de letras" como el Rey Sabio parece mostrar su preferencia por la cetrería. Bástenos tomar como ejemplo su obra más personal, las Cantigas de Santa María, para llegar a esa conclusión: de las 11 composiciones en las que el tema de la caza está presente, 6 son de tema cetrero y relatan ciertos hechos acaecidos al propio monarca, a su hermano D. Manuel o a otros caballeros de su séquito cuando practicaban ese arte; sin embargo, en las 5 restantes se hace referencia al oficio de montero o al mester del monte sin detallar acción alguna.


El mismo caso sería el de Don Juan Manuel, quien consideraba la cetrería como el "arte de cazar", mientras que la "caça de los venados que se caçan en el monte" era el "arte de benar". No obstante, el interés del Infante por la cetrería puede tener una explicación: es posible que una de las causas fuera la admiración que don Juan Manuel sintió durante toda su vida por su padre el infante D. Manuel, hermano del Rey Sabio. Pensemos que aquel insigne cetrero murió cuando el autor del Conde Lucanor sólo tenía un año y, por tanto, no sería extraño que su hijo decidiera continuar la tradición paterna, a juzgar por sus palabras:

"Et dize que él oyó dezir que don Manuel era el mayor caçador et que más aves traya. Et que jurava el infante don Johan que dexara una vegada al rrey don Alfonso et a don Manuel con él en Sevilla, et que tenía y don Manuel consigo muchos falcones; et el infante don Johan viníase para Castiella, et quando llegó a Medellin, que falló y Çient et sesenta falcones de don Manuel que estavan y de morada caÇando, porque es buena tiera de caÇa; et estos eran de más de los que él tenía en Sevilla (...)"

La Cantiga 366 recoge también esa afición del citado Infante:

"[E] enquant' el guareçia, Don Manuel, seu yrmâo,
vêo y e foy enfermo; e pois guariu e foi sâo,
fillou-sse con seus falcoês que mudara no verâo
a caçar, que é dos viços do mundo un dos mayores.
A que en nossos cantares nos chamamos Flor de las flores...

E ind' a aquela caça, levou poucos cavaleiros,
mais levou outra gran gente de mui bôos falcôeyros
que levavan seus falcôes de garça, e ar grueyros;
mais ante que se tornasse perdeu ûu dos mellores,
A que en nossos cantares nos chamamos Fror das frores..."


Otro ejemplo lo tenemos en el Canciller López de Ayala, según se desprende de la semblanza que hace de él Fernán Pérez de Guzmán:

"Amó mucho la çiençia, diose mucho a los libros e estorias (...) e con esto grant parte del tiempo ocupava en el ler e estudiar, non obras de derecho sinon filosofía e estorias (...) El ordenó la estoria de Castilla desdel rey don Pedro fasta el rey don Enrrique el terçero. Fizo un buen libro de la caça, que él fue muy caçador, e otro libro, Rimado del Palaçio (...)"

Esto nos lleva a afirmar con Menjot que "para los Grandes como D. Juan Manuel, no puede ser exagerado decir que la cetrería representa un entrenamiento para la política la cual es, para ellos, un gran asunto y donde las maniobras, los cálculos, las astucias, tienen una considerable importancia al lado de los grandes golpes de espada".

Es evidente que la afición de estos tres doctos personajes contrasta con la de Alfonso XI, quien supo combinar
perfectamente el ejercicio guerrero (murió en el cerco de Algeciras) con el de la venatoria o montería; a él se debe "la obra más antigua y más completa" que sobre el arte del "mester del monte" se escribiera en la Edad Media, el Libro de la Montería:

"Et por que Nos tenemos que entre todas/ las caças que pueden ser que la ca-/ça de los venados, que es la mas noble,/ et la mayor, et la mas alta, et la/ mas cauallerosa, et de mayor/ plazer, mandamos fazer/ este libro de todo lo que per-/tenesçe a ella (...)"

"La quarta rrazon por que de-/zjmos que es de mayor plazer es/ por que en todas las otras caças/ non es el plazer saluo en la uis-/ta et en fablar en ella. Et en/ la caça de los venados es el plazer/ en el oyr, et en ver, et en el fablar/ et en el fazer. Ca çierto ma-/yor plazer toma omne en lo que/ el faze por sy que non en verlo fazer a otre. Et en esta en-/tendemos que es el plazer doblado (...)"


Sus buenas dotes de cazador las destaca Rodrigo Yáñez en el Poema de Alfonso XI:

"Compañero graçioso,
real, ssin mala codiçia,
cavallero muy fermosso,
peso igual de justiçia.
Caçador, real montero,
muy fiel batallador,
en lidiar fuerte braçero,
de espada bien feridor. (...)"


Otro ejemplo de gran montero lo da Fernando del Pulgar en su obra Claros varones de Castilla cuando dice que Enrique IV

"Era grand montero y plazíale muchas vezes andar por los bosques apartado de las gentes (...)"

7.- El factor geográfico

Otro elemento que en cierta medida determinaría la preferencia por una u otra práctica sería el geográfico. La venatoria, la considerada caza mayor se practica en el monte, en los roquedales, en la espesura de los bosques; por el contrario, la cetrería se ejercita en lugares húmedos, riberas de los ríos o llanos donde abundan las aves de presa. La Cantiga 366 es un buen ejemplo:

"(...) perdeu ûu dos mellores, (...)
Que se foi da outra parte d'Aguadalquivir voando,
de guisa que foi perdudo. (...)

Poren mandou o infante que fossen aperçebudos
seus falcôeyros, e logo fillou dos mais sabedores (...)

E foi con eles a caça ao Châo de Tablada,
en dereyto da aldea que Coyra éste chamada;
e viron da outra parte, no Exarafe, coitada
hûa ave que tragia un falcon dos montadores (...)"


Asimismo, en la Crónica de don Pedro se cita otro lugar de la actual provincia de Sevilla:

"Otrossy en esa semana acaesçio que, andando el rey a caça çerca de Vtrera, lugar de Seuilla (...)"

zona de la campiña sevillana referida en el Libro de la Montería:

"La Xara de Utrera es buen/ monte de puerco en yuier-/no. Et non ay bozerja ninguna por/que es la tierra llana, saluo que va-/yan dos de cauallo con cada bus-/ca et que oyan los canes; et fazien/do esto seguiendo el venado pue-/de lo ay matar, por que es la tierra/ buena de andar".

8.- La caza y el derecho

Tras la conversión de la montería y la cetrería en una de las principales actividades recreativas de las clases nobiliarias, su práctica se hizo más complicada y la organización más compleja, lo que originó, por una parte, que en la primera mitad del siglo XIII se legislara sobre ella, regulándose mediante disposiciones y leyes los derechos y deberes de cada uno de los sujetos que de algún modo podían intervenir en ese ejercicio, al tiempo que se ordenaba la forma y lugares reservados a tal fin. Un buen ejemplo de ello lo encontramos en el Fuero de Soria:

"Sj algunos venadores o caçadores, quier sean cavalleros, quier otros omnes, osso o ciervo o otro venado o otra cosa que sea de caça levantaren, otro ninguno, quier sea caçador o venador, quier no, non lo tome, mientre aquellos que lo levantaron fueren en pos del. Mas sj el venado o la caça fuere qujta dellos fuere en su saluo, maguer sea ferjdo, cualquier que lo matare esse lo pueda auer"

y también en el Ordenamiento otorgado al Consejo de Burgos, en el que se establecen severísimas penas para el individuo que no lo respete:

"Otrossi mando en razon delos açores, que non tomen lo[s] hueuos alos açores, nin alos Gauilanes, nin alos falcones. Et que non saquen nin tomen açor nin Gauilan del nido fata que sea de dos negras (...) Et que nenguno non sea osado de sacar açor nin falcon nin Gauilan de mios regnos si non fuere con mio mandado. Et el que sacare qual aue quiere destas delos Regnos, que peche el aue doblado, et peche demas en coto por cada aue .C. morabetinos. Et el que tomare açor o falcon o Gauilan, o hueuos contra este mio coto sobredicho, quel corten la mano diestra. Et si otra uegada gelo fallaren quel enforquen. Et si non ouiere el coto sobredicho, que yaga en mi prision quanto fuere mi merçet".

Por su parte, Alfonso X en la Partida III, Título XVIII, incluye dos leyes sobre este particular: la número 17, en la que se trata de "como el home gana el señorío de las bestias salvajes e de los pescados luego los prende", y la 21, de
"Cuyo deve ser el venado que va ferido e viene otro e préndelo".

Posteriormente, en el Libro de la Montería (1350), se "fabla del Ordenamiento del Fuero de la libertad de los derechos que deuen auer los monteros", al tiempo que se precisan las formas de correr el monte:

"es en dos maneras: la pri-/mera es de vn señor, o vn cauallero,/ o vn escudero que corre monte con su con-/paña et es él el mayoral del mon-/te; la segunda manera es de dos o/ tres escuderos, que se ayuntan en/ vno et correr monte a compañja (...)."

Es evidente que en este caso se trata de un fuero particular, específico para la práctica del mester del monte:

"Otrosi, quan-/do acaesçiere que dos monteros fue-/ren a vn venado para lo ferir et el/ vno d'ellos fuyese non queriendo ayu-/dar al otro su conpañero, que si le fue-/re prouado por otro alguno que lo/ fizo asi, que non aya ningunt derecho/ del venado. Et de mas, que non se a-/siente por vn mes a comer con los/ otros monteros en cuya conpaña/ andodiere."

En el s. XV será Juan II quien regule el número de monteros dependientes de la Corona:

"Aunque en tienpo de los Condes de Castilla, y de los Reyes que en ella sucedieron, hubo grande número de Monteros del servicio de la Casa Real, no hallamos ley particular que dellos haga memoria despues deste libro [el de la Montería de Alfonso XI], hasta el tiempo del rey Don Juan el Segundo, el cual, á pedimiento del reino, estableció ley de número dellos, que dice así:

< y mandamos, que para nuestros deportes y ejercicios de montería haya doscientos y seis monteros, que sean hombres espertos, acostumbrados en el oficio suficientes, y non sean de los que tratan oficios de sastres, zapateros, nin mercaderes, nin otros semejantes, nin sean labradores, y sean puestos y tomados en las tierras donde Nos acostumbramos usar monte>>."

además de ordenar las "franquezas y libertades de los Monteros":

"Las preeminencias y franquezas de que gozan en Castilla los monteros del Rey, como consta por las leyes del Reino, que sobre esto disponen, son todas aquellas de que gozan en España los fijosdalgo, y asimismo, que por todo el Reino, por doquiera que pasaren con sus lebreles, puedan correr y visitar todos los montes, sin que nadie les ponga impedimento, y los corregidores de las ciudades, villas y lugares por donde pasaren, estén obligados á darles aposento, sin les llevar por ello cosa alguna, y bastimentos á precios justos y moderados, y les sea hecho buen tratamiento, como á criados de la Casa Real".

Puede decirse que, de forma general, en la Edad Media, el derecho sobre la caza combinaba cuatro series de argumentos: la primera relativa al derecho público (prerrogativas del estado en las que se determinaban los derechos y obligaciones generales); la segunda correspondía al derecho privado (propiedad del suelo, animales, etc.); la tercera se introduce con las reglas feudales (bando señorial, etc.), y la última competía al derecho consuetudinario, por cuanto se mantienen las prerrogativas de algunas comunidades orgánicas, como eran los derechos adquiridos mediante fueros, etc.
María Isabel Montoya

(Universidad de Granada)

BIBLIOGRAFIA


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CETRERÍA Y CAZA MEDIEVAL

Cetrería : El arte de dar caza a animales silvestres mediante el uso de Aves de Presa entrenadas para ello”. En la península Ibérica, este noble arte fue introducido por los pueblos germánicos que llegaron del norte (los visigodos), que practicaban la caza o modalidad del bajo vuelo con Accipiteres (es decir, con Azores y Gavilanes) sin caperuza. De hecho el vocablo “cetrería” tiene que ver con el azor, ya que “azor” deriva del latín “astur” o asturias que significa tierra de azores (en referencia a los famosos azores asturianos) y la palabra “cetrería” de “acetrería” que no es otra cosa que el término medieval con el que se designaba al “acetrero” o “azorero” que practicaba el bajo vuelo.

Posteriormente con la invasión musulmana, llegaron los halcones y la introducción al uso de la caperuza, que es indispensable para el comienzo del adiestramiento de estos y que con su uso los árabes perfeccionaron, favoreciendo que los Halcones se utilizaran más que los Azores. Durante la edad media, la cetrería, que en un principio fue concebida como un medio de subsistencia, siendo empleada por las clases bajas para obtener alimento capturando animales mediante el uso de rapaces, fue pronto absorbida y quedó relegada al uso exclusivo de la nobleza y de las clases altas de la sociedad que vieron en las aves nobles una peculiar forma de destacar su rango social y de practicar una forma exclusiva de caza. Puede decirse que esta época fue la más importante, ya que durante la edad media resulta casi imposible marcar algún hecho histórico en el que no se mencione de algún otro modo a las aves de cetrería. Así, cabe resaltar el hecho de que el precio por la independencia de Castilla fue un Azor. También en el poema de Mio Cid se narra que, en el momento de partir para el destierro, el héroe castellano Rodrigo Díaz de Vivar ‘El Cid’ lloró ante la pérdida de sus preciadas aves soltadas antes de su destierro.

Las cruzadas fueron un evento importante para la cetrería al igual que otras batallas, ya que en éstas se desarrollaban treguas para que los nobles pudieran volar a sus halcones, inclusive si alguno de esos halcones era capturado o se posaba en territorio enemigo el rescate para ponerlo en libertad podía ser superior al precio de 500 prisioneros. Son muchos los monarcas aficionados a la cetrería ya que entonces era un deporte de la nobleza, algunos como los Reyes Católicos, y Alfonso X ‘El Sabio’ quien recomendó en sus famosas ‘Partidas’ la caza y la cetrería como actividad más adecuada para los reyes y nobles.

En aquellos días, el tipo de halcón, que portaba un hombre en su muñeca cuando iba de caza, denotaba su categoría o rango. De tal manera que un rey llevaba un halcón gerifalte; un conde, un halcón peregrino, un burgués hacendado, un azor y un sacerdote, un gavilán; los peones cazaban con aves de presa, para llevar alimento a sus casas, aunque
esto estaba prohibido por los reyes.

Hacia finales de la edad media, el arte de la cetrería empezó a declinar coincidiendo con la aparición de las armas de fuego, aunque no desaparecería hasta el siglo XIX, donde solamente sería practicado en grupos pequeños en Alemania, Portugal, el Reino Unido y Francia., desapareciendo por completo hasta el siglo XX en la mayoría de estos países, excepto en el Reino Unido.

El libro de la caza de las aves, de Pero López de Ayala; el Libro de cetrería de caza de azor, de Fadrique de Zúñiga; y el Libro de cetrería, de Luis Zapata, son algunas de las obras medievales sobre cetrería más importantes de la historia de este arte. En el siglo XIV el infante de Castilla Don Juan Manuel, señor de Peñafiel, escribió el libro de la caza, basado principalmente en la cetrería árabe.


Si la cetrería tuvo una época dorada, desde luego esa fue la Edad Media. A lo largo de los 1.000 años que abarca este período histórico, y en especial lo que se conoce como la baja edad media, más o menos desde el siglo X hasta el XV, la caza con halcones y azores disfrutó de su mayor auge y difusión.

No se sabe a ciencia cierta cuándo ni dónde se inició la cetrería en Europa. Lo que sí es cierto es que los pueblos germánicos la practicaban y le tenían un gran cariño y aprecio a sus aves de caza. En las Leyes Burgundias otorgadas bajo el reinado de Gundobad (500 – 505 d. C.) la pena por robar una ave de cetrería era que el ladrón debía de dar seis onzas de carne de su propio pecho para alimentar al ave, o en su defecto pagarle al dueño seis sueldos y pagar, además, una multa de otros dos. A decir verdad, las leyes medievales sobre las aves de cetrería eran terribles para los que las infringían.

En el Fuero viejo de Castilla se cuenta una fazaña en la que un hombre mató un azor que le robó una gallina, y le costó a él la vida: Esto es por fasannia de don Diago Lopes de Faro: andaua a caçar en Bilforado e vn astor en Varrio de Vinna tomo vna gallina. Et vino el gascon e mato el astor, e mandol’ don Diago prender et asparle en un madero; e
pusieron le al sol aspado e que souyesse y fasta que muriesse.

Pero en la EdadMedia todo no era tan cruel, como se nos hace creer, y la cetrería tenía su aspecto amable y cortés, pues la cetrería no era una actividad que practicara un cazador en solitario. Si creemos a don Juan Manuel, y no hay motivos de dudar desu veracidad, para hacer buena caza y cumplida eran necesarios dieciocho halcones (Libro de la caza, cap. XI, final), lo cual suponía un buen número de gentes además de los cazadores, halconeros, ojeadores y otras compañas, entre las que se encontraban las damas, pues éstas también gustaban de cazar.

Estas partidas de caza favorecía encuentros amorosos. O, como ocurre en la Celestina, la huída del halcón de Calisto, propicia que éste entre en la huerta de Melibea y la conozca y se enamore de ella. De esto más sabemos por la literatura que por la historia, como, por ejemplo, de cómo pasaba el día una dama francesa en el siglo XV, Jean de Bellengues, dama amiga de Pero Niño, de quien se nos cuenta en El Victorial que: Desde que se levantava de dormir, iva a cavalgar, e los donzeles tomavan los gentiles, ella tenían conçertadas las garzas. Poníase la dama en un lugar, y tomava un falcón gentil en la mano. levantava[n] los donzeles, e lançzva ella su falcón tan donosamente e tan bien que nonpodía mejor ser. Allí veríades fermosa caza y gran plazer; allí veríades nadar canes, e tañer atanbores, e rodear señuelos, e damiselas e gentiles-honbres por aquella ribera, aviendo tanto plazer que se non podría dezir.

La cetrería fue un deporte, por emplear un término actual, que era básico en la educación de todo caballero medieval. Todas las obras medievales que tratan de la educación de los caballeros, nobles y príncipes hablan del papel fundamental que juega la caza en su educación. Para el Príncipe don Juan Manuel, según nos cuenta en su Libro de los estados, era tan importante como las lecciones de gramática, por lo que el joven noble debía pasar la semana “eyendo salvo el día del domingo … [que] no se deve ni leer ni ir a caza. Esta educación se impartía a los nobles desde la más tierna infancia, y así Juan Manuel dice que si fuere de hedat que pueda andar a cavallo et sofrir la fortaleça del tiempo, non deve dexar, por fuerte tienpo que faga, de ir a caça en cavallo [...] et quando andudiere a caça, deve traer en la mano derecha lança o ascoña o otra vara; et en la isquierda deve traer un açor o un falcón. et esto deve fazer por acostumbrar los braços: el derecho, para saber ferir con él, et el isquierdo, para usar el escudo con que se defienda [...] et deve poner espuelas al cavallo, a vezes por lugares fuerte, et a vezes por llanos, por que pierda el miedo de los grandes saltos et de los lugares fuertes et sea mejor cavalgante.

Pero, como con todo lo humano, hubo abusos. No en vano, el rey Alfonso X en una de sus Cantigas de Santa María llegó a decir que la caza era uno de los mayores vicios. Hasta tal extremo se llegó que, a mediados del siglo XV español, un descnocido autor llamado Evangelista escribió una fortísima sátira sobre la cetrería, tanto de cazadores como de sus aves. A principios del siglo siguiente un escritor aragonés, Fernando Basurto, publicó un librito titulado Diálogo del cazador y del pescador (Zaragoza: George Coci, 1539) en el que recriminaba a un joven cazador de azor por su malhadada actividad, de la que no sacaría nada bueno. Además, que castellano no recuerda cómo obtuvo la independencia el conde Fernán González del rey de León, por el deseo de tener un azor y un caballo, Castilla obtuvo su independencia de León, tal y como lo narra el Poema de Fernán González.

CAZA MEDIEVAL

La caza fue una de las distracciones favoritas de los soberanos, de sus cortes y de la aristocracia. Era diversión y ejercicio principal.

Abundaba la caza mayor, que se realizaba a caballo, con lanza y con perros, criados y escuderos. Los jabalíes se cazaban con lanza desde el caballo. El origen de la caza mayor se remonta a los tiempos remotos, pero el de la cetrería sería medieval en lo que se refiere, al Mediterráneo y a las regiones de Europa.

La evolución natural de la caza sería: desde la montería o caza de fieras a la caza de aves o cetrería. Lo común era que se les preparase un andamiaje desde donde podían contemplar el desarrollo de la cacería.
Con el tiempo, la legislación ampliando los derechos señoriles les dio en exclusiva el derecho de cazar en los montes y de perseguir a las fieras

// -caza cortesana. -a caballo, con lanza y perros. -jabalíes, ciervos y osos. -cetrería con halcones, águilas..
// -zonas de caza exclusiva: -solo los nobles cazaban. -acompañados de monteros, ballesteros y halconeros.

Como la cetrería era muy minoritaria, debido al alto coste de mantenimiento de halcones peregrinos, alcotanes, esmerejones, azores y gavilanes, la montería con “grandes lebreles” sobre osos, jabalíes, venados y lobos alcanzó un puesto dominante durante el Medievo. Especial relevancia tenía la caza del oso en el reino de Asturias, pues éste se rastreaba con perros y ojeadores hasta que le acorralaban los lebreles y era abatido a ballestazos.

Respecto a las armas de caza, en el siglo IX a los naturales de la isla de Mallorca se les atribuye la invención de las ballestas.
En 1180 el Rey Sancho VI de Navarra mandó redactar el “Código de Monterías”.En el año 1255 el rey Alfonso X el Sabio, promulga “el fuero real” en cuyos apartados 16 y 17 se ordena “no se tomen los animales salvajes mientras el cazador vaya tras ellos”. Escribió una obra titulada “Código de las Siete Partidas” en la que cabe destacar “la caza es el arte o sabiduría de guerrear y de vencer”. Tanto en el Código como en el Fuero de Soria, la fauna de caza, en terrenos de propiedad privada, pertenecía al dueño de la finca.

TECNOLOGÍA DEL SIGLO V AL XV

Algunos inventos ordenados por siglos

Siglo V

Estribo: Los estribos son piezas, generalmente metálicas, de formas diversas que permiten que el jinete de un caballo introduzca los pies en ellas para afianzarse mientras cabalga. Fijados a la silla de montar, permiten una mayor comodidad, tanto para la cabalgadura como para el jinete.
Los primeros protoestribos, consistentes en una cuerda que unía la silla y el dedo gordo del pie del jinete, aparecieron en la India en el límite entre el siglo I y el II a. C. De allí pasaron a China en torno al año 300, donde, debido al clima más frío de la zona, empezaron a atarse alrededor del pie calzado, y no sólo sobre el dedo. Poco después, la cuerda original dio paso al hierro. Desde China el uso del estribo se extendió a los nómadas turco-mongoles de Asia Central, a Corea y a Japón. Los hunos los introdujeron en Persia en el siglo IV y en Europa hacia el siglo V, aunque no hay noticias de su adopción por la caballería imperial romana hasta aproximadamente un siglo más tarde (ya después de la caída de Occidente). A su vez, los árabes lo tomarían de los persas y los bizantinos. Por su parte, los invasores germanos del Imperio romano adoptaron rápidamente el uso de estribos. Ello mejoró la eficacia de sus tropas montadas hasta tal punto que facilitó la derrota en la batalla de Adrianópolis (año 378), del modelo clásico de la legión romana, lo que causó una crisis militar sin precedentes. El estribo, que permitía al jinete luchar con comodidad y maximizaba el impacto de la carga, prácticamente había jubilado al mejor ejército de la historia, y había iniciado una nueva era en Europa: la de la caballería pesada que dominaría los campos de batalla medievales durante más de mil años.
Astrolabio: permitía ubicarse a los navegantes, midiendo la distancia en relación a los astros.
Obtención del azúcar (450): a partir de la caña.
Serigrafía (500 d.C.): se usaba en China y Japón para reproducir textos. Mediante una pantalla de seda se copiaba con tinta una plantilla con el dibujo elegido.

Siglo VII

Ajedrez (600): juego de estrategia.
Pluma (635): las plumas de patos, cisnes, cuervos y pavos se usaban como instrumento para escribir.
Fuego para el ataque (673): un alquimista llamado Calínico inventó una mezcla basada en nafta, nitrato potásico y óxido de calcio, que ardía en el agua. Se la conoció como fuego griego. Este fue disparado por los bizantinos mediante tubos contra los barcos de madera de los árabes que estaban sitiando la ciudad.
Pelota de caucho (700): los mayas hicieron pelotas de caucho, rellenas con fibras vegetales.

Siglo VIII

Herradura (770 d.C.): permitió proteger de las piedras los cascos de las patas de los caballos.

Siglo IX

Destilación: esta técnica, desarrollada por los alquimistas, permitió obtener ácido acético a partir del vinagre. El alcohol se obtuvo en Europa hacia el 1.150, mediante la destilación del vino.
Notación musical: surgió a principios de siglo en Europa occidental.
Cámara oscura (China. 840): instrumento óptico que permite obtener una proyección plana de una imagen externa sobre la zona interior de su superficie. Constituyó uno de los dispositivos ancestrales que condujeron al desarrollo de la fotografía.
Porcelana (851 d.C.): el viajero árabe Soleimán describió vasijas chinas de porcelana.
Imprenta de libros (China. 868): método industrial de reproducción de textos e imágenes sobre papel o materiales similares, que consiste en aplicar una tinta, generalmente oleosa, sobre unas piezas metálicas, llamadas tipos, para transferirla al papel por presión. Aunque comenzó como un método artesanal, era un proceso muy veloz para sus tiempos.
Ya los romanos tuvieron sellos que imprimían inscripciones sobre objetos de arcilla. Entre 1041 y 1048, Bì Sheng inventó en China (donde ya existía un tipo de papel de arroz) el primer sistema de imprenta de tipos móviles, a base de complejas piezas de porcelana en las que se tallaban los caracteres chinos; esto constituía un complejo procedimiento por la inmensa cantidad de caracteres que hacían falta para la escritura china. Sin embargo, la imprenta moderna no se creó hasta el año 1440 aproximadamente de la mano de Johannes Gutenberg.

Siglo X-XI

Pólvora: los chinos la utilizaron para hacer fuegos artificiales y dispositivos de señalización con bajo contenido de nitrato (no explosiva). A Europa llegó a través de los árabes. Hacia el año 1290, Roger Bacon ya conocía sus efectos explosivos. Alrededor del 1320 ya se la utilizaba en cañones y armas de fuego.
Naipes (969): su más remota referencia fue en China.
Ballesta: aunque hay antecedentes de que ya existía en China alrededor del 200 a.C., en Europa apareció por primera vez en el siglo X. Consistía en un arco que se tensaba mediante una manivela con dos manecillas. Con el tiempo, este arco fue de acero y capaz de disparar un dardo corto a más de 320 metros de distancia, que podía penetrar las mallas metálicas usadas por los soldados medievales. Disparaba un dardo por minuto.
Brújula (China-Arabia. 1090): Hay quienes afirman que la brújula es de origen asiático y quienes dicen que es un invento europeo. Pese a lo incierto de su origen, se cree que quizá fue inventada por los chinos un milenio antes de Jesucristo. Su gran aporte fue que permitió la navegación de larga distancia: la brújula indica la orientación de la nave con respecto al norte magnético.
Fue primero una mera barrita de hierro tocada con la piedra imán e introducida en un soporte que flotaba en el agua de una vasija. Más tarde se convirtió en una aguja con el eje de giro, colocada en una caja provista de una rosa de los vientos. A partir del siglo XIV, dicha caja se mantenía en equilibrio mediante la suspensión que hoy llamamos de Cardano.

Siglo XII

Clavecín (1121): instrumento similar al piano, más conocido como clavicordio. Era de cuerda percutida (golpeada).
Timón (1190): esta pieza móvil permitió guiar a las embarcaciones.

Siglo XIII

Arco largo: inventado por los galeses, tenía más de 1,80 metros de longitud y disparaba flechas de 90 cm, las que podían cubrir una distancia de hasta 300 metros. Podía disparar hasta diez flechas por minuto. Fue adoptado solo por los ingleses, lo que les dio una superioridad bélica durante más de un siglo y medio.
Cuadrante (1220): instrumento que servía para la navegación.
Explosivos (1230 d.C.): los chinos utilizaron por primera vez la pólvora como explosivo en forma de bombas destinadas a derrumbar los muros y puertas de las ciudades enemigas. En Europa se usaron alrededor de un siglo después.
Hojalata (1250 d.C.): el hierro estañado se utilizó en Bohemia para la construcción de armaduras.
Lentes: las primeras proceden de Mesopotamia y Creta (3000 a.C.), pero su fin era encender fuego (como lupa) y no auxiliar la visión. En el siglo X, Al Razi escribió varias obras sobre oftalmología, mientras que el físico árabe Ibn Al-Haytam desarrolló en un tratado las propiedades ópticas. A fines del siglo XIII, aparecieron las primeras lentes convexas para ver de cerca, en algún monasterio en Venecia, Italia. En un comienzo fueron lupas que se colocaban sobre la lectura, permitiendo ver las letras más grandes. Después se les agregó un mango. Uniendo dos de estas lupas, se llegó a un lente manual que se denominó "Lentes de Remache", el que se extendió por todas partes. Un siglo después, aparecieron los lentes cóncavos para la miopía (solo se ve a corta distancia).
Cañón (1274 d.C.): los primeros cañones de hierro y bronce se hicieron en China. Su primer uso en Europa fue en el asedio a la ciudad francesa de Metz en 1324. Después se ocuparon en los grandes barcos. Los primeros cañones eran simples tubos provistos de un orificio situado en la culata, por el que se encendía la carga. Probablemente disparaba dardos de hierro, acompañados de un gran estruendo.
Billetes (1294): se imprimía papel moneda en Trabiz, Persia. Además de las primeras versiones del Corán, procedentes de Egipto.

Siglo XIV

Armas de fuego (1326 d.C.): la primera referencia de estas armas en Europa se encuentra en una orden del Ayuntamiento de Florencia, para fundir balas de hierro para armas cortas.
Chimeneas (1347 d.C.): una inscripción en Venecia, Italia, indica que un terremoto destruyó las chimeneas.

Siglo XV

Pinturas al óleo: esta técnica, basada en el uso del aceite como aglutinante, fue creada y difundida por una corriente de pintura medieval originaria de Flandes y conocida como flamenco. El óleo permitió un mayor colorido y minuciosidad que el temple (pigmentos mezclados con agua y huevo), utilizado hasta entonces. Los pintores flamencos más destacados fueron los hermanos Jan y Hubert van Eyck, Roger van der Weyden y Gerard David.
Tornillo (Alemania. 1405): Los primeros antecedentes de la utilización de roscas se remontan al tornillo de Arquímedes, desarrollado por el sabio griego alrededor del 300 a. C., empleándose ya en aquella época profusamente en el valle del Nilo para la elevación de agua.
Durante el Renacimiento las roscas comienzan a emplearse como elementos de fijación en relojes, máquinas de guerra y en otras construcciones mecánicas. Leonardo da Vinci desarrolla por entonces métodos para el tallado de roscas; sin embargo, éstas seguirán fabricándose a mano y sin ninguna clase de normalización hasta bien entrada la Revolución Industrial.

VESTIMENTA MEDIEVAL - LOS VASCOS

La historia sorprende ya a los vascos poseyendo pieles, telas o tejidos, cuerdas, cintas, vendas, hilos, redes, agujas, alfileres, brazaletes, hebillas, collares, correas y abarkas además del vestido. La palabra apaindu significaría ataviarse y quizá, también, calzarse.

De la época romana y cartaginesa se poseen pocas noticias. Parece ser que el vasco usaba calzón sesgado sujeto por medio de cintas a las rodillas, pequeño manto de lana negra sobre la espalda y calzado de piel de cabra. Su cabeza, siempre descubierta, y su cabello, largo, sujeto por una redecilla de hilo. Sus armas de combate eran la ezpata "espada", aizkora "hacha", gezia "flecha", el chuzo y la guadaña.

La ballesta se empieza a usar en el siglo X. (Labayru, Hist. de Bizcaya, I. p. 630). No se hubiera sabido nada sobre la vestimenta vasca en la alta edad media a no ser por un pasaje de Aimonio, consignado en el lib. 5, cap. 2. Se refiere la escena al año 785. Cuenta cómo el joven Ludovico se hallaba en la Aquitania y cómo el padre recelaba que pudiera aprender las costumbres de aquellas gentes. Para evitarle le llamó para que abandonara la Aquitania y fuera a hacerle compañía. Ludovico obedeció presentándose ante su padre Carlomagno vestido al uso de los vascones y acompañado de otros jóvenes de la misma edad vistiendo el mismo traje, que se componía de una túnica exterior redonda, camisa de mangas sueltas, calzones largos, calzas con espuelas y una lanza arrojadiza en la mano. El texto es éste: Cui filius Ludovicus, pro sapere et posee obedienter parens, occurrit ad patris proesentiam, habitu Vasconum cum cooevis sibi pueris indutus, amiculo scilicet rotundo, manicis manisioe diffusis, cruralibus distentis, calcaribus caligis insertis, missile manu ferens. Su hijo Ludovico, que le prestaba obediencia según su saber y poder, le sale al encuentro para presentarse a él, su padre, vestido a la usanza de los vascos como los niños coetáneos a él, es decir, con una túnica corta, ceñida y redonda en su remate inferior, con las mangas extendidas por las manos, con perneras [calzas] extendidas [largas], con botas rematadas con espuelas, llevando en la mano una lanza.

El peregrino Aymeric Picaud, del siglo XIII, nos dice que los vascos visten al uso de los escoceses... "de paños negros y cortos que bajan solamente hasta las rodillas y usan de un calzado que llaman lavarcas, hechas de cuero peludo, esto es, sin curtir, y las atan con correas alrededor del pie, cubriendo solamente las plantas y dejando desnudas las bases. Usan de unas capillas negras de lana, largas hasta los codos, en forma de aletas frangeantes, a las que llaman saias. A donde quiera que salga el navarro o vasco, pende del cuello un cuerno, a usanza de cazador, y suele llevar en la diestra dos o tres auconas" (flechas). En la Edad Media usaban una túnica exterior redonda, sujeta por un cinturón, camisa de larga manga y suelta,. de las llamadas perdidas, y calzón. Los infantes o peones montañeses vestían pieles de oso o de cabra en forma de saco sujeto con cinturón. Según Marineo Siculo, los vizcaínos, aunque pocos, usaban yelmo con penachos y cota, pero este abrigo y defensa parece privativo de los caballeros y jefes de mesnada. Esta armadura se habría generalizado y extendido a los peones a partir del siglo XIII, en el XIV.

EL VESTIDO. SIMBOLOGÍA. COLORES

Desde antaño, el vestido siempre ha cumplido con la función fundamental para la que fuè creado, de abrigo y protección del cuerpo incluso llegando a convertirse en un instrumento más de trabajo.

Pero tambien podemos ver en él un código social preestablecido que indica la pertenencia del individuo a una clase social, rango, oficio, situación económica, etc. Por lo tanto se puede considerar la vestimenta como un sistema de comunicación, un lenguaje de símbolos con un significado bien conocido por toda la sociedad de la época.

En el siglo XIII que nos ocupa los colores en el vestir clasificaban a las gentes. Además para la nobleza en cada color se daba un mensaje concreto.

Así por ejemplo y atendiendo a los colores en el vestir y su mensaje podemos ver:

- ROJO - El color rojo se reservaba para el noble, especialmente la alta nobleza. Los criados más próximos al rey o a un gran señor y los burgueses con una gran fortuna podían llevar también otra tonalidad de rojo, un rojo oscuro.
En las Cántigas también se observa que músicos y bufones tambien visten de rojo.
El rojo también es el color del matrimonio que se utilizaba en las bodas.
Su mensaje era poder y orgullo.

- AZUL - El azur (azul heráldico), el violeta y el azul claro son colores de noble y sus próximos mientras que el azul oscuro (que no sea el azur) es de gente común.
El mensaje que nos dan el azul y violeta es de fidelidad y lealtad.

- VERDE - Por lo que he visto, el verde también suele ser cosa de nobles. E incluso se podía admitir para clases más humildes si este era de un tono muy oscuro o marronuzco.
El verde transmitía la renovación, sobretodo en el sector de los jóvenes.

- BLANCO - El color blanco daba un mensaje de pureza y humildad.

- Los colores pardos (marrones, gris oscuro, rojo muy amarillento) son propios de la baja burguesía, el bajo clero, criados, campesinos y pobres.

- AMARILLO - NARANJA - Entre los siglos XII-XIV, el amarillo y el naranja son considerados colores negativos que se asocian con lo más bajo y arrastrado, son colores no sociales o de economías muy débiles.

- NEGRO - Es el color del luto por fallecimiento.

También advertir que, en general, la policromía (combinación de colores) es símbolo de inferioridad mientras que el vestir monócromo (un color) es para rangos altos; y que lo más aconsejable es tener vestidos lisos.

Así que considerando lo más apropiado en vestimenta, salvando los que proceden de la nobleza, los colores para el resto deberán de ser pardos, marronuzcos u oscuros, no negros.

La diferenciación social de los individuos podía manifestarse de dos maneras: bien por el tipo y la forma de los vestidos, bien por las telas, los colores y las guarniciones empleadas en ellos.

Y extraido del libro La España del siglo XIII, leida en imagenes encontramos:

El teñido de los paños era una industria de lujo y el empleo de trajes de vistosos colores uno de los principales modos de distinguirse. Las leyes suntuarias trataron, sin conseguirlo, de restringir el uso de colores. En 1228 y 1267 las vestiduras bermejas o verdes fueron prohibidas a los clérigos. En 1258, las Cortes de Valladolid acordaron que ningún escudero vistiese escarlata, ni verde, ni bruneta, ni pres, ni morete, ni naranja, ni rosado, ni sanguina, ni ningún paño tinto, y en 1338 las de Burgos prohibieron el paño tinto en saya, capa, redondel y pellote a los hombres de a pie. Por el contrario, los caballeros noveles debían vestir paños de colores señalados, bermejos, jaldes, verdes o cárdenos, para que "les dieran más alegría y fuesen más esforzados". De la distinción que suponían los vestidos de colores da también testimonio el poema de Alexandre:

E las yentes eran buenas e de precio maores
todas andan vestidas de paños de colores

El color más estimado, posiblemente por que fuera el tinte más díficil de lograr, era el color escarlata. En 1234 Jaime I de Aragón dispuso que ningún hijo de caballero, que no lo fuese, gastase calzas encarnadas, a menos que tuviera mando sobre alguna tropa. Las Cortes de Valladolid de 1258 prohibieron las calzas escarlatas a escribas, ballesteros, halconeros, porteros y escuderos, y establecieron que sólo el rey podía llevar capa aguadera de escarlata.

Una novedad en la moda europea del siglo XIII, de la que se encuentran antecedentes en miniaturas españolas del siglo X, fueron los trajes a dos colores, mitad y mitad. Los textos se refieren a ellos con los nombres de paños o vestiduras "a metad" o "ameatados". Alfonso X los autorizó en 1252, pero a los clérigos les fueron prohíbidos en 1228 y 1267.

LA FAMILIA EN LA EDAD MEDIA

La estructura familiar de la Alta Edad Media recuerda a la que se manifestaba tanto en la sociedad romana como germánica al estar integrada por el núcleo matrimonial -esposos e hijos- y un grupo de parientes lejanos, viudas, jóvenes huérfanos, sobrinos y esclavos.

Todos estos integrantes estaban bajo el dominio del varón -bien sea de forma natural o por la adopción-, quien descendía de una estirpe, siendo su principal obligación proteger a sus miembros. No en balde, la ley salia hace referencia a que el individuo no tiene derecho a protección si no forma parte de una familia. Como es de suponer, esta protección se paga con una estrecha dependencia.

Pero también se pueden enumerar una amplia serie de ventajas como la venganza familiar o el recurso a poder utilizar a la parentela para pagar una multa ya que la solidaridad económica es obligatoria. No obstante, si alguien desea romper con su parentela debe acudir a los tribunales donde realizará un rito y jurará su renuncia a la protección, sucesión y beneficio relacionados con su familia.

La familia vive bajo el mismo techo e incluso comparte la misma cama. Tíos, sobrinos, esclavos y sirvientes comparten la cama donde la lujuria puede encontrar a un amplio número de seguidores en aquellos cuerpos desnudos. Esta es la razón por la que la Iglesia insistirá en prohibir este tipo de situaciones y favorecer la emancipación de la familia conyugal donde sólo padres e hijos compartan casa y cama.

El padre es el guardián de la pureza de sus hijas como máximo protector de su descendencia. Las mujeres tiene capacidad sucesoria a excepción de la llamada tierra salia, los bienes raíces que pertenecen a la colectividad familiar. Al contraer matrimonio, la joven pasa a manos del marido, quien ahora debe ejercer el papel de protector. El enlace matrimonial se escenifica en la ceremonia de los esponsales, momento en el que los padres reciben una determinada suma como compra simbólica del poder paterno sobre la novia.

La ceremonia era pública y la donación se hacía obligatoria. Entre los francos alcanzaba la suma de un sueldo y un denario si se trataba de un primer matrimonio, aumentando hasta tres sueldos y un denario en caso de sucesivos enlaces. La ceremonia se completaba con la entrega de las arras por parte del novio a la novia, aunque el enlace pudiera llevarse a cabo incluso años después. Los matrimonios solían ser concertados, especialmente entre las familias importantes, por lo que si alguien se casaba con una mujer diferente a la prometida debía pagar una multa de 62 sueldos y medio.

La joven tenía que aceptar la decisión paterna aunque conocemos casos de muchachas que se han negado a admitir el compromiso como ocurrió a santa Genoveva o santa Maxellenda. Lo curioso del caso es que diversos concilios merovingios y el decreto de Clotario II (614) prohiben casar a las mujeres contra su voluntad. Esta libertad vigilada motivaría que algunas mujeres tomaran espontáneamente a un hombre, en secreto, o que se produjeran raptos de muchachas, secuestros que contaban con el beneplácito de la víctima que rompía así con la rígida disposición paterna.

Como es lógico pensar, todos los códigos consideran a estas mujeres adúlteras mientras que el hombre se verá en la obligación de pagar a los padres el doble de la donación estipulada. En caso de que no se pague, el castigo es la castración. Si un muchacho se casa con una joven sin el consiguiente mandato paterno, deberá pagar a su suegro el triple de la donación determinada. Si esto se produce, el matrimonio ya es irreversible por lo que debemos preguntarnos si el matrimonio no dejaba de ser un pequeño negocio para los progenitores.

Tras los esponsales se realiza un banquete donde la comida y la bebida corren sin reparo -siempre que la economía familiar lo permita-. El jolgorio se acompañaba de cantos y bailes de talante obsceno para provocar la fecundidad de la pareja. Durante el banquete la novia recibe regalos tales como joyas, animales de compañía, objetos del hogar, etc. El novio también le hace entrega de un par de pantuflas, como símbolo de paz doméstica, y un anillo de oro, símbolo de fidelidad de clara tradición romana. Los romanos llevaban el anillo en el dedo corazón de la mano derecha o en el anular de la izquierda -continuando la tradición egipcia según la cual desde esos lugares había un nervio que llevaba directamente al corazón-.

Las damas nobles también solían llevar un sello en el pulgar derecho, una muestra de la autoridad que poseía para administrar sus propios bienes. La ceremonia concluye con el beso de los novios en la boca, simbolizando así la unión de los cuerpos. Tras este rito, la pareja era acompañada a la casa y se quedaba en el lecho nupcial. El matrimonio debe consumarse para que alcance su legitimidad, consumación que se produce en la noche de bodas. Al mañana siguiente el esposo entrega a su mujer un obsequio llamado "morgengabe" para agradecer que fuera virgen al matrimonio, dando fe de la pureza de la joven desposada y asegurándose que la descendencia es suya. Esta donación post-consumación no se realiza en caso de segundas nupcias. De este "morgengabe" la viuda se queda con un tercio y el resto será entregado a la familia en caso de muerte del marido.

La edad de matrimonio debía de estar próxima a la mayoría de edad, es decir, los doce años, según nos cuenta Fortunato al hacer mención del matrimonio de la pequeña Vilitutha a la edad de trece años, quien falleció a consecuencia del parto poco después. Ya que la virginidad suponía el futuro de la parentela, se protege a la mujer de raptos o violaciones, al tiempo que se reprime la ruptura del matrimonio y se castiga contundentemente el adulterio y el incesto. Los galo-romanos castigan la violación de una mujer libre con la muerte del culpable mientras que si la violada era esclava, el violador debía pagar su valor. Los francos castigaban este delito con el pago de 200 sueldos en época de Carlomagno. Podemos considerar que se trataba de una mujer "corrompida" por lo que carecía de valor, incluso deben renunciar a la propiedad de sus bienes. La única salida a la violación era la prostitución.

El incesto estaba especialmente perseguido, a pesar de no tratarse de relaciones entre hermanos. Los matrimonios con parientes se consideran incestuosos, entendiendo por parentela "una pariente o la hermana de la propia esposa" o "la hija de una hermana o de un hermano, la mujer de un hermano o de un tío". Los incestuosos eran separados y quedaban al margen de la ley, a la vez que recibían la excomunión y su matrimonio era tachado de infamia.

El adulterio era considerado por los burgundios como "pestilente". La mujer adúltera era estrangulada y arrojada a la ciénaga inmediatamente mientras que los galo-romanos establecían que los adúlteros sorprendidos en flagrante delito serían muertos en el acto "de un solo golpe". Los francos consideraban el adulterio como una mancha para la familia por lo que la culpable debía ser castigada con la muerte.

También entendían que el hombre libre que se relacionaba con una esclava de otro era un adúltero por lo que perdía la libertad, lo que no sucedía en el caso de que fuera su esclava con quien se relacionara. Curiosamente los burgundios hacían extensión de la definición de adulterio a aquellas mujeres viudas o jóvenes solteras que se relacionaban con un hombre por propia voluntad. Si el violador o el raptor son duramente castigados, el adúltero apenas recibe castigo ya que los posibles hijos de esa relación son suyos. La mujer sí es culpable porque destruye su porvenir. Afortunadamente, la influencia del Cristianismo cambiará estos conceptos. En palabras de Michel Rouche "mientras que el paganismo acusa a la mujer de ser el único responsable del amor pasional, el Cristianismo lo atribuye indiferentemente al hombre y a la mujer (...)

Se abandona la idea pagana conforma a la cual el adulterio mancilla a la mujer y no al hombre". Cierta idea de igualdad de sexos empieza a despuntar en el Occidente europeo. Buena parte de la culpabilidad a la hora de no considerar al hombre adúltero debemos encontrarla en la práctica por parte de los germanos de la poligamia, mientras los galos-romanos mantenían el concubinato. Las relaciones con las esclavas parecen habituales tanto en un grupo como en el otro, naciendo abundantes descendientes de estos contactos.

Los hijos nacidos de esa relación eran esclavos, excepto si el padre decidía su liberación. Ya que las mujeres eran elegidas entre personas cercanas al linaje familiar, la costumbre germánica permitía al marido tener esposas de segunda categoría, siempre libres, añadiéndose las esclavas. La primera esposa era la poseedora de los derechos y sus hijos eran los receptores de la sucesión. Si la primera esposa era estéril, los hijos de las concubinas podían auparse al rango de heredero. Los enfrentamientos en los harenes nobiliarios y reales serán frecuentes. Chilperico llegó a estrangular a su esposa, Galeswintha, para poder dar a su esclava Fredegonda el puesto de favorita, lo que desencadenó la guerra civil entre los años 573 y 613.

El papel de la Iglesia respecto a la poligamia supondrá la más absoluta de las prohibiciones, apelando a la indisolubilidad matrimonial y a la monogamia, llegando a prohibir el matrimonio entre los primos hermanos. Será en el siglo X cuando los dictados eclesiásticos en defensa de la monogamia empiecen a surtir efecto. La ley burgundia y la ley romana autorizaban el divorcio, mientras que la Iglesia lo prohibía. Evidentemente existen condicionantes que lo permiten, siempre desfavorables con la mujer. El divorcio es automático si la mujer es acusada por su marido de adulterio, maleficio o violación de una tumba. El marido será repudiado en caso de violación de sepultura o asesinato.

El mutuo acuerdo sería la fórmula más acertada para el divorcio, siempre y cuando los cónyuges pertenecieran a la etnia galo-romana. Esta fórmula incluso será aceptada, a regañadientes, por la Iglesia, al menos hasta el siglo VIII. Siempre era más razonable que el llamado "divorcio a la carolingia", consistente en animar a la mujer a que de una vuelta por las cocinas y ordenar al esclavo matarife que la degollara. Tras pagar la correspondiente multa a la familia, el noble podía volver a casarse porque quedaba viudo. No tenían igual suerte las viudas ya que las leyes germánicas intentarán poner todo tipo de impedimentos a un segunda matrimonio de una mujer viuda.

Conserva su dote y el "morgengabe", por lo que mantiene independencia económica. Pero si vuelve a contraer matrimonio, perderá esta independencia al caer en el ámbito familiar del nuevo marido y revertir el patrimonio en su propia parentela. Los hijos eran especialmente protegidos en la época altomedieval. En numerosos casos se intenta atraer hacia el niño las cualidades de aquel animal querido y envidiado, por lo que se impondrán nombres relacionados con la naturaleza: Bert-chramm, brillante cuervo, que hoy se ha convertido en Bertrand; Wolf-gang, camina a paso de lobo; o Bern-hard, oso fuerte, del que ha surgido Bernardo. De todas maneras se siguen produciendo casos de exposición de hijos, ahora a las puertas de la iglesia. Afortunadamente para el neonato, el sacerdote anunciaba su descubrimiento de manera pública y si nadie reclamaba al pequeño pasaría a ser esclavo de quien lo había encontrado.

El niño sería confiado a alguna nodriza, siendo amamantado hasta los tres años entre el pueblo. En caso de guerra los niños se convertían en un preciado botín. Si una ciudad era conquistada, los conquistadores asesinaban a "cuantos podían orinar contra la muralla" y se llevaban a las mujeres y los niños menores de tres años. A pesar de la enorme natalidad, la mortalidad infantil también era elevada por lo que el núcleo familiar no debía de contar con numerosos niños. Alguno solía ser entregado a un monasterio para su educación, lo que equivalía entregar a Dios aquello que más se ama.

La educación estaba vinculada al mundo violento que caracteriza la Alta Edad Media. El deporte y la caza serán los ejes educativos que se inician tras la "barbatoria", el primer corte de la barba del joven. La natación, la carrera o la equitación formaban parte de las enseñanzas fundamentales del joven germano que tiene en el animal y en las armas a sus estrechos colaboradores. Subir al caballo era todo un ejercicio gimnástico al carecer de estribo hasta el siglo IX, siendo el animal uno de los bienes más preciados, tal y como podemos comprobar en el caso de un joven llamado Datus, quien conservó su caballo y dejó a su madre prisionera de los musulmanes durante un ataque de éstos a Conques en el año 793.

El joven no entregó su caballo a pesar de que los islámicos arrancaron los senos de la madre y luego le cortaron la cabeza ante sus propios ojos. En un mundo tan marcado por la violencia parece cargado de lógica que la preparación militar sea la elegida para los jóvenes nobles, si bien en las escuelas monásticas podían aprender los rudimentos de la lectura y la escritura.

Los ancianos ocupan un curioso papel en el entorno familiar altomedieval. Ya que la media de vida alcanzaba los 30 años, no debía ser muy común ver a ancianos en la sociedad. Su escaso número es proporcional a su utilidad, excepción hecha de los jefes de clanes o tribus, los llamados "seniores". Si el anciano mantiene sus fuerzas será aceptado por la sociedad. Si esto no es así, su futuro sólo le depara donar sus bienes a una abadía donde se retirará. En la abadía recibirá comida, bebida y alojamiento.

DEMOGRAFÍA EN LA EDAD MEDIA

Hace mil años, la población mundial era mucho más reducida que en la actualidad. Probablemente, toda Inglaterra tenía menos habitantes entonces que Manchester hoy en día, y muchos menos que el Londres contemporáneo. China debía contar con una décima parte de su población actual.

La población creció ininterrumpidamente entre los años 500 y 1900, de 200 millones a poco mas de 1600 millones en 1900. Se ve una tendencia que se remonta a la aparición de la agricultura. Hubo de transcurrir mucho tiempo para que la población empezara a aumentar rápidamente, y aunque el proceso se aceleró en el transcurso de los siglos, el crecimiento fue bastante lento en casi todos los puntos del globo hasta 1700. La razón estriba en que para que hubiera más población tenía que haber más alimentos y durante muchos siglos la única manera de obtenerlos consistió en talar bosques y cortar maleza para procurarse tierras de cultivo, tarea que también resultaba muy lenta.

A veces se malograban las cosechas o sobrevenía una epidemia de peste u otra enfermedad que diezmaba a los campesinos y no quedaba nadie para trabajar la tierra. Por eso la gente también moría de hambre, en ocasiones a millares. Entre 4350 y 1400 perecieron millones de europeos, como ocurrió en la China y la India hace apenas un siglo (o en estos mismos países y Rusia en fechas aún más recientes). Cuando se producía una catástrofe de esta naturaleza la población tardaba mucho tiempo en recuperar el nivel anterior.

Otro de los motivos por los que el crecimiento de la humanidad fue muy lento radica en el bajo índice de la esperanza de vida; incluso hace pocos siglos los europeos no llegaban a los cuarenta años, debido en parte a una alimentación peor que la actual. La mayoría de las personas crecía con un cuerpo desmedrado, huesos débiles y menores probabilidades de superar las enfermedades que los habitantes del mundo de hoy en día.

Los estudios antropológicos en los cementerios han permitido un mayor acercamiento a la demografía de la época. Podemos afirmar que la mortalidad infantil era muy elevada, estableciéndose la tasa en 45 por mil.

La esperanza de vida rondaría los 30 años, situándose la longevidad media entre 30 y 40 años para las mujeres y 45 años para los hombres.

La mayoría de los fallecimientos femeninos se producen entre los 18 y 29 años debido a fiebres puerperales o a partos difíciles.

La natalidad también era muy alta, estimándose en un 50 por mil pero las familias sólo tenían -por término medio- un par de hijos que alcanzaran el matrimonio.

La estatura media se acercaría a 1,67 metros para los hombres y 1,55 para las mujeres, estaturas bajas posiblemente debido a la malnutrición.

Entre las enfermedades mentales encontramos numerosas depresiones, neurosis que explicarían parálisis o fenómenos como las manos engarfiadas provocando que las uñas atravesaran las palmas, manías agudas acompañadas de epilepsias o estados maniacos asociados o provocados por el alcoholismo.

La poliomielitis estaría también a la orden del día debido a la desastrosa situación de los acueductos y la necesidad de consumir agua estancada.

(Estos datos han podido ser constatados gracias a los registros de los lugares de peregrinación ya que los monjes registraban los casos médicos que llegaban para intentar establecer diagnósticos siguiendo las enseñanzas de Hipócrates.)

En consecuencia, y hasta época muy reciente, se producían descensos bruscos de población a causa de la escasez y las enfermedades, a pesar de lo cual podemos decir que el número de seres humanos siguió aumentando. Después se
disparó repentinamente, gracias a una mayor producción de alimentos y a que los médicos descubrieron métodos para combatir las enfermedades, circunstancia que, en gran medida, desembocó en la invención de la «demografía» —el estudio de la población— en los dos últimos siglos. Pero de momento dejaremos a un lado este repentino incremento, pues sólo vamos a ocuparnos del crecimiento lento que se produjo entre los años 500 y 1500.

En la mayoría de los países había muchas más ciudades en 1500 que en el 500. Algunas eran muy grandes, pero por lo general no podemos decir lo mismo en el caso de Europa, si bien París, Milán, Florencia, Venecia y Génova se aproximaban a los 100.000 habitantes poco después de 1 300. Mucho antes de esta fecha, Constantinopla ocupaba más de 1.500 hectáreas cuando París apenas tenía 10. Pekín contaba con 1.000.000 de habitantes, aproximadamente, hacia el 1200 d.C., Roma con unos 20.000 (la población se había reducido con respecto a la de la época del imperio romano, que se elevaba a 1.000.000). Durante más de un milenio, la mayoría de los europeos vivió en ciudades de menos de 10.000 almas; el cambio más destacable entre el 500 y el 1500 consistió en que aumentó el numero de ciudades de ese tamaño. Además, la suerte de las grandes ciudades estaba sometida a frecuentes altibajos. Pongamos como ejemplo una vez más á Constantinopla: podía tener 300.000 habitantes en el siglo VI, pero en el XV este número se redujo a una octava parte.

En la Europa del 500 había pocos intercambios comerciales entre países e incluso entre ciudades. Un siglo más tarde se convertiría en el centro comercial más importante del mundo. Por entonces sus comerciantes llevaban ya mucho tiempo realizando transacciones con China y trayendo productos del Lejano Oriente en caravanas que recorrían la denominada «ruta de la seda» (porque por este camino se transportaba la seda china), que atravesaba el Asia Central.

En el siglo XIV establecieron centros comerciales en las costas africanas, de los que procedían los esclavos que llegaban a Europa. Sin embargo, mucho antes de esta época ya había otros pueblos que realizaban importantes actividades comerciales.

Poco a poco, los barcos pasaron a ser el vehículo más común para el transporte de mercancías a grandes distancias, sobre todo a partir del 1500. En el interior del continente europeo resultaba más fácil llevar los productos por vía fluvial que por las carreteras, que eran mucho peores que en época romana. Aparecieron las ferias, y varias ciudades se especializaron en el comercio con lugares lejanos. Durante mucho tiempo la más destacada fue Venecia, que dominaba la mayor parte del tráfico comercial marítimo con el Mediterráneo oriental y el Asia Menor.

Al igual que la población, el comercio creció muy lentamente durante mucho tiempo. El cargamento de todos los barcos que atracaban en la Venecia medieval en el transcurso de un año— podía tener cabida en un carguero actual, y aún sobraría espacio. Pero con las caravanas y los barcos llegaban otros elementos menos apreciados: por ejemplo, las ratas, portadoras de las pulgas que propagaban gérmenes desde Asia hasta Europa.

LEYES Y CASTIGOS EN LA EDAD MEDIA


Tomando como precedente el Derecho romano, la mayoría de los pueblos bárbaros que atacaron el Imperio Romano de Occidente y se asentaron en sus territorios desarrollaron una importante labor legislativa que conocemos gracias a las numerosas recopilaciones efectuadas por diversos reyes. En ellas se recogen normas tanto de origen latino como germánico, estableciendo una jurisprudencia con la que se regula la vida cotidiana.

Al estar desprovistos de escritura durante un tiempo, algunos pueblos bárbaros , como merovingios, burgundios o francos, utilizaron a especialistas que se aprendían los códigos de memoria. Estos hombres eran los portadores de la ley al memorizar los artículos para dictar las sentencias a los jueces. Nadie más conocía las leyes hasta que no pudieron ser recogidas por escrito en los diferentes códigos como el de Eurico o el Breviario de Alarico.
Alarico II encargó a una comisión de juristas prudentes (nobles y obispos) que redactaran el Código, que posteriormente sería aprobada en una Asamblea de provinciales y de obispos. El conde Aniano fue el encargado regio de extender y autorizar las copias auténticas del Código. Esta circunstancia dio pie para que a partir del siglo XVI se utilizase la expresión 'Breviarium Anianum' como sinónimo de este Código. Se trata de una ley muy importante para su tiempo, transcendiendo las fronteras del reino visigodo.
El Código se limita a recoger y estructurar las fuentes tradicionales del Derecho romano, en algunas ocasiones, la trascripción de no fue literal y se buscó una adaptación a las necesidades de la época.
El Código de Alarico II, o Breviario de Alarico, responde a la necesidad que tiene el pueblo hispanorromano de disponer de un cuerpo de leyes claro y actual por el que se habría de regir el pueblo vencido frente a los visigodos, que ya disponían del Código de Eurico.
Se conserva un buen número de ejemplos (germánicos) de castigos y multas ante determinados delitos, pudiéndose apreciar que el robo era uno de los más duramente castigados. Robar un tarro de miel por parte de un esclavo podía costarle la horca mientras que la muerte era castigada en numerosas ocasiones con el pago de una suma de dinero. Matar a uno de los miembros de la guardia del rey costaba 600 monedas de oro, la multa más alta en cuestiones de asesinato.
La ley salia castigaba con 300 sueldos a quien asesinara al comensal del rey. Cualquier animal doméstico que aplaste o devore pámpanos o racimos de los huertos privados será castigado con la muerte.
La Ley Sálica o Salia o más exactamente, las leyes sálicas, fueron un cuerpo de leyes promulgadas a principios del Siglo V por el rey Clodoveo I de los francos. Debe su nombre a la tribu de los Francos Salios. Fue la base de la legislación de los reyes francos hasta que en el Siglo XII el reino de los francos desapareció, y con él sus leyes.
Este código regía las cuestiones de herencia, crímenes, lesiones, robo, etc. y fue un importante elemento aglutinador en un reino como el franco, compuesto por varios grupos y etnias. Una parte muy concreta de este código que sobrevivió a los reyes francos y pervivió en la historia europea durante varios siglos: establecía la prohibición de que una mujer heredara el trono de Francia, y fue aprobada en 1317.
El asesinato de una mujer joven en edad de procrear era castigado con 600 sueldos mientras que si la mujer moría tras sufrir la menopausia, su asesino sólo era castigado a 200 sueldos. Esto demuestra como la sociedad germánica defendía la natalidad. Una embarazada asesinada tenía un castigo de 700 sueldos -más 600 sueldos si el feto era varón- pero si era el niño el muerto tras el consiguiente aborto, el asesino debía pagar 100 sueldos de multa. La muerte de un joven varón de menos de 12 años se castigaba con 600 sueldos mientras que una niña de esa edad sólo "valía" 200 sueldos.
Para fomentar la natalidad, el rey Gontran estableció que aquella mujer que proporcionara hierbas o plantas abortivas a otra debía de pagar 62 sueldos y medio. Si era un cuadrúpedo doméstico quien mataba a un hombre, su propietario debía de pagar la mitad de la multa por homicidio, recibiendo la familia del finado el animal como "compensación". Quien desvalije una despensa deberá pagar 15 sueldos si la despensa no tiene llave y 45 si la tiene.
El que robaba un perro debía de abrazar el trasero del animal en público. Si se negaba a ese deshonor pagaba 5 sueldos al dueño y dos de multa. El robo de un ciervo doméstico se castigaba con 45 sueldos. El robo del halcón sobre su percha tenía una multa de 15 sueldos y de 45 si el animal estaba encerrado con llave.
Un vaso de miel robado tiene una multa de 45 sueldos; si lo robado es un esclavo o un jumento, la multa desciende a 35 sueldos -por lo que se deduce que la miel era casi un objeto de lujo al ser las abejas las únicas proveedoras de azúcar en aquella época-. El hurto de un esclavo cualificado tiene una pena mayor: 62 sueldos y medio, mientras que el robo del caballo de tiro esta penado con 45 sueldos.

Para regular todos los robos que se producían, la ley salia cuenta con 22 títulos que afectan a estos delitos, de un total de 70 títulos, lo que supone casi una tercera parte. De esta manera podemos afirmar que el robo estaba a la orden del día en la sociedad altomedieval.
Sin embargo, los francos castigan todos los robos mencionados anteriormente con una multa de tres sueldos, a excepción del hurto de la reja del arado o de la pareja de bueyes, castigándose al culpable con la esclavitud. La violación y la castración son delitos castigados rigurosamente por la ley salia mientras que la lex romana no legislaba al respecto.
La castración estaba penada con una multa de 100 a 200 sueldos que podían subir a 600 si el castrado era miembro de la guardia personal del monarca. El médico que curara la víctima recibiría 9 sueldos en agradecimiento a su trabajo. Sin embargo, la castración era un castigo habitual para los esclavos que robaban, recibiendo también cuantiosos latigazos y las correspondientes torturas. En esto no difería mucho de las leyes romanas ya que consideraban que todos los criminales condenados debían ser torturados. La tortura era considerada como un sádico espectáculo para el pueblo quien acudía en masa a contemplar el tormento público.
Oficialmente estas torturas se hacían públicas para dar ejemplo del castigo aplicado a los delincuentes pero en definitiva se convirtió en una nueva fórmula de diversión. Incluso muchos de los torturados eran curados in situ para volver a recibir nuevos tormentos como nos cuenta Gregorio de Tours: "(...) estuvo colgado de un árbol con las manos atadas a la espalda, y hasta la hora novena, en que se le dejó tendido sobre un caballete, se le molió a palos, a vergazos y a correazos, y no sólo por una o dos personas, sino por todos cuantos se pudieron acercar a aquellos miserables miembros".
La violación de una mujer libre era castigada con la muerte entre los galo-romanos mientras que la de una esclava se imponía una multa por su valor. Entre los francos, esa misma violación tenía como castigo la imposición de una multa de 62 sueldos y medio, aumentada por Carlomagno hasta 200 sueldos.
La ley del emperador Mayoriano permitía al marido de la adúltera matar de un solo golpe a los amantes sorprendidos in-fraganti. Esta práctica continuó entre los francos mientras que los burgundios permitían el estrangular a la mujer y arrojarla a una ciénaga. Las legislaciones germánicas también regulaban la multa para aquel hombre que se casara con una mujer diferente a la prometida: 62 sueldos y medio. 

La ley salia preveía que el responsable de un incendio debería pagar diferentes indemnizaciones a los familiares de los muertos que se provocaron o a los implicados que habían sobrevivido. Sin embargo, los romanos castigaban a estos pirómanos con el destierro -si era noble el culpable- o a trabajos forzados en las minas si se trataba de un hombre libre.

En caso de graves daños, la muerte era el castigo que le esperaba. Para evitar una pena de muerte o un castigo en la época medieval eran frecuentes las ordalías o juicios de Dios. La más conocida era hacer caminar al acusado sobre nueve rejas de arado puestas al rojo vivo, por supuesto con los pies desnudos. Si días después las plantas de sus pies estaban sanas sería absuelto. Otra ordalía habitual era arrojar al presunto culpable a un río con una piedra de grandes dimensiones atada al cuello. Si conseguía salir del agua recibía la absolución al haber manifestado Dios su inocencia.
La ordalía o Juicio de Dios era una institución jurídica que se practicó hasta finales de la Edad Media en Europa. Su origen se remonta a costumbres paganas comunes entre los bárbaros y mediante ella se dictaminaba, atendiendo a supuestos mandatos divinos, la inocencia o culpabilidad de una persona o cosa (libros, obras de arte, etc.) acusada de pecar o de quebrantar las normas.
Consistía en pruebas que mayoritariamente estaban relacionadas con el fuego tales como sujetar hierros candentes o introducir las manos en una hoguera. En ocasiones también se obligaba a los acusados a permanecer largo tiempo bajo el agua. Si alguien sobrevivía o no resultaba demasiado dañado, se entendía que Dios lo consideraba inocente y no debía recibir castigo alguno. De estos juicios se deriva la expresión poner la mano en el fuego para manifestar el respaldo incondicional a algo o a alguien.
Otra manera de escapar de la acusación era hacer uso del derecho de asilo por el cual aquel que entrase en lugar sagrado -iglesia, catedral o templo rural- era acogido por el santo patrón y recibía su protección. El refugio se acomodaba en los atrios de los templos gracias a una triple galería de columnas adosada a la fachada occidental. Allí podían acogerse hasta doce fugitivos recibiendo techo y comida, siendo frecuentes entre ellos el adulterio y la embriaguez.
Era frecuente que los enemigos, para vengar sus afrentas, esperasen a que el acusado saliese de lugar sagrado para acabar con su vida. El papel protector de la Iglesia se afianzó gracias al privilegio de inmunidad por el cual el rey ofrecía a las tierras eclesiásticas -previa petición de un obispo o abad- la posibilidad de librarse de visitas, inspecciones o imposiciones de los funcionarios locales o de los señores que en zona inmune no podían llevar espada.