31 de gener 2011

ARMAS MEDIEVALES: EL MANGUAL

El Mangual, o Látigo de armas, era una arma muy parecida al Lucero del alba compuesta de una "vara", cadenada, que finalizaba en una/s cabeza/s de maza que no eran más que bolas "plomadas" con púas. Usada en la Edad Media, estaba compuesta de unas cadenas de hierro que finalizaban en bolas metálicas de pinchos, sujetas por su otro lado por anillos fijos a un mango de madera, como el de los mayales.

El mangual, también llamado después "látigo de armas", fue un arma desarrollada a partir de un utensilio campesino denominado mayal, de la que a lo largo de los años copió el concepto de maza de látigo.

Durante muchos años, y a partir del siglo XVII y XVIII, la voz castellana de mangual se aplicó a toda maza de "cadena". Pero dado que su último término se le aplicó "vulgar y académicamente" a su última versión militar de vara de cadenas con cabezas de maza, esta arma que no es más que una maza de cadenas, no sería si no un arma de vara, de largo de un codo, cuyas armas cadenadas servirían tanto para hacer mal como para "atrapar" otras armas. Por lo tanto estaría en boga durante los siglos XII a XIV. Aunque sus ejemplares de colecciones y museos sean posteriores.

Si bien comenzó como un desarrollo del utensilio campesino Mayal, el Mangual, o Látigo de armas, acabó convirtiéndose en un arma especializada para el combate contra armadura de placas y defensas (escudos o mejores armas). De "vara" de no más de 4 dm, su/s cadena/s y cabeza/s (que por norma, y para evitar herir al portador, solo medía un tercio de la longitud del mango. Por ello, estas características la hacían un arma muy ofensiva de golpeo y, a la par de enganche, aunque esto último no está al cien por cien contrastado.

El mangual es un arma muy peligrosa, no solo para el enemigo sino tambien para uno mismo si no se tiene cuidado. El mangual debia estar en continuo movimiento porque al ser un arma ofensiva al pararlo podian ocurrir dos cosas: que se golpeara uno mismo con el mangual o que el enemigo tubiera la oportunidad perfecta para propinar un golpe.