18 de juliol 2010

MONTEROS

No sólo del arco y los halcones vivían los monteros. Tanto es así que su arsenal podía abarcar la práctica totalidad de armas de asta, de proyectiles, y diversas armas de filo.

Posiblemente la figura mas injustamente olvidada del Medioevo hispano. Admirado, vilipendiado, temido y agradecido. Las leyendas, fábulas y cuentos en los que era protagonista se mezclaban hasta no poder decir dónde comenzaba y dónde terminaba la realidad. Los Nobles buscaban su favor, y también los campesinos.Expertos en supervivencia, guerra de guerrillas, en manejo del arco, de la honda, el cuchillo o el látigo, conocedores de cada palmo de su particular reino, maestros adiestradores y eventuales alquimistas, herbolarios, cirujanos, curtidores, cocineros, rastreadores implacables, infalibles cazadores y esquivos guías, temidos bandoleros y salteadores. Duros, toscos, curtidos personajes herederos de la más antigua de las tradiciones y profesiones de la historia de la humanidad… la supervivencia.

El Montaraz Hispano.

En la categoría de Montaraz hemos unido a cazadores, guardabosques y alimañeros, con la intención de reunir en una única imagen los diversos aspectos que en la edad media tenían éstos personajes. El cazador que llena las despensas del Noble de la zona, el humilde campesino que aprende a sobrevivir en un medio hostil a falta de campos que trabajar o a falta de ganas de someterse a un régimen feudal, aquellos forajidos empujados a la delincuencia por hambre, cargos judiciales o persecución religiosa, o simplemente el hombre de campo que aprendió de su padre a completar su dieta con eventuales presas tienen cabida bajo éste epígrafe. En pleno siglo XII eran prácticamente los únicos que usaban los arcos de forma habitual en los reinos cristianos de la península, así como los conocimientos exhaustivos de caza y adiestramiento de animales. La mayoría se especializaban en una o dos áreas de conocimientos, teniendo del resto unos rudimentos que les bastaban para su quehacer cotidiano. Los nobles requerían de sus servicios para practicar la caza, mantener sus jaurías, llenar sus despensas, adiestrar a sus rapaces, controlar el territorio y mantener un perfil bajo de alimañas. Los campesinos le llamaban para deshacerse de los depredadores, guiarles en sus viajes monte a través, suministrarles carne o alimentos específicos, pedirles consejo en ciertas cuestiones y protegerles de algunos individuos. Un buen montaraz tenía su sustento y porvenir garantizado fuese donde fuese: En una cara de la moneda tenemos al honrado cazador al servicio de su Señor, estimado y sumamente respetado, en la otra cara de la moneda tenemos al cruel bandolero, fugitivo y ampliamente temido por todos. Su conocimiento del medio y de las artes para hacerse valer le hacían insustituible, y de su saber nos llegan hasta nosotros las más diversas técnicas de pesca, caza y recolección: Ligas, lazos, trampas, acecho y rececho, rastreo, nasas, redes, arpones, anzuelos, venenos, micología, herbolaria, primeros auxilios, adiestramiento de hurones, ginetas, cetrería, perros, marroquinería de circunstancias, desollamiento, taxidermia elemental, arquería, látigo, honda, reclamos, técnicas de supervivencia en bosque, montaña, pantano y páramo, y la ecología de toda la fauna silvestre son sus armas y legados.